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Columna
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De Granada a Bombay

Antonio Elorza

En una reunión auspiciada esta misma semana en Granada por la Comisión Europea, el enviado de la Alianza de Civilizaciones, señor Kattan, nos informó acerca de los logros de dicha Alianza. Las caricaturas danesas debían ser el acontecimiento crucial de los últimos tiempos, ya que todo se centró en las eficaces respuestas dadas a partir de las mismas a otros intentos de maltrato al islam, como un par de películas, y de la labor, dirigida por el propio Moratinos, de que la educación dé un tratamiento favorable de las religiones, el islam lógicamente en primer plano.

Ante semejante exposición me permití preguntar si para la Alianza no era más importante que una película la situación del profesor Robert Redeker en Francia, condenado a la privación efectiva de libertad ante las amenazas de muerte islamistas por un artículo en Le Figaro y si no preocupaba el antisemitismo -cosa bien distinta de la condena de la política israelí- en los países musulmanes. Kattan guardó silencio y desapareció luego del congreso. Le hizo el quite, brutalmente, desde la mesa, Armez Maluz, profesor en Beirut, quien dijo que la verdadera preocupación para todos debía ser el odio europeo al islam, y que Europa apoyaba al "Estado judío cuya Constitución era la Tora" (sic). Nadie respondió a semejante barbaridad, ni entre las decenas de asistentes, ni desde la presidencia española del acto.

Hay que preguntarse si la Alianza de Civilizaciones va más allá de una operación de propaganda

En los grupos de trabajo, con una mayoría de musulmanes, se vio confirmada la sensación de que existe una patente de corso para toda condena de "Occidente", por rutinaria que sea, y que buen número de intelectuales europeos asumen un masoquismo reverencial. El tema de la conferencia era el terrorismo, pero es que ni Hamás ni Hezbolá eran organizaciones terroristas para nuestros demócratas islámicos. En Egipto, el asesinato de Sadat habría sido una simple respuesta a su política represiva y los atentados posteriores, consecuencia de la opresión económica, para nada fruto de organizaciones e ideas terroristas. Ante pruebas físicas de radical antisemitismo en publicaciones islamistas, ningún participante de país árabe aceptó siquiera mirarlas. No se discute sobre lo propio con el infiel.

Hay que preguntarse entonces si la Alianza de Civilizaciones, versión Moratinos, va más allá de una operación de propaganda, muy costosa además, según acaba de probar el episodio de la decoración pictórica de un edificio en Ginebra, con unos 20 millones de euros gastados con tal de que el nombre de la sala lleve "y de la Alianza de Civilizaciones". El arte no tendrá precio, pero la publicidad sí lo tiene. Es más, por el discurso del portavoz en Granada, su acción concreta se ajusta a un peligroso síndrome de culpa ya visible en las reacciones ante el 11-M. En vez de centrarse en un análisis de las causas y de los modos del atentado megaterrorista, seguido de una actuación en profundidad respecto de la cultura de la violencia en medios musulmanes, lo políticamente correcto fue descalificar a quien se preguntara por las bases doctrinales del terror. La acertada pretensión de cerrar el paso a toda deriva hacia la xenofobia y la discriminación religiosa se convirtió así en la condena de toda expresión crítica, aplicándola el calificativo de "islamófoba". Para cerrar el círculo, nuestro Gobierno aprovechó la ocasión convirtiéndose en paladín de una Alianza -no de un necesario diálogo-, que con el pretexto de acercar a las religiones se dedica a fomentar esa actitud reverencial hacia el islam (de hecho hacia el islamismo), donde no cabe aproximación alguna a la realidad y sí el visto bueno al anti-occidentalismo. Por eso, a Moratinos le sobran los asuntos incómodos, tales como el caso Redeker, el antisemitismo, o la indeseada visita a España de Ayaan Hirshi Ali.

No cuentan ni el avance de las ideas integristas, observable en cualquier visita a librerías islámicas, ni el del mal menor, la propuesta neofundamentalista de Tariq Ramadan para constituir en Europa una "comunidad de destino" musulmana, filtrando cuanto proceda de "Occidente" ("Freud también escribió cosas no falsas"). En el lenguaje islamista, yahiliyya es la ignorancia primordial, la de los mequíes antes de Mahoma y la de los occidentales hoy. El término resulta aplicable a quienes aquí y ahora practican y fomentan la ceguera voluntaria, cerrando el paso a una integración efectiva de los musulmanes y abriéndoselo a quienes promueven la resistencia, bien pacífica, bien mediante el terror.

¿Por qué preocuparse si los atentados de Bombay llevan la marca de fábrica de Lashkar-e Taiba, la organización islamista con referente en Cachemira, emanada del grupo puritano Ahl-e Hadith, cuyos muyahidin siguen literalmente los hadices del Profeta y tienen por lema la yihad hasta el fin propuesta en el versículo 2, 193 del Corán?

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