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Columna
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Cambio de era

Parto de la idea de que existe una nueva comprensión del mundo en que vivimos. Cada día son mayores los factores que interfieren en nuestras habilidades para adquirir no solo nuevos conocimientos para proceder a innovadoras interpretaciones, sino que también, a cada instante, son distintas las reacciones ante los propios acontecimientos. Es decir, en la mayoría de los supuestos ya no valen las antiguas recetas, ni tampoco resultan exitosos los remedios o los planes puestos en marcha desde hace años. Hoy en día, los fenómenos se ajustan a distintas interpretaciones, decisiones y reacciones. Y, por lo tanto, las intenciones y las expectativas sobre el futuro están cargadas de incertidumbre a la vez que existen nuevas variables independientes.

Convertirse en un "fundamentalista del mercado" no favorece el juego limpio ni la igualdad

Los economistas buscan con denuedo encontrar explicaciones convincentes para explicar lo actual. Pero no es fácil. Los economistas clásicos creían que la competencia y el conocimiento/información eran perfectas y, bajo dichos postulados, las curvas de demanda y de oferta se ajustaban de manera permanente, evitando situaciones de desajuste. Esta construcción teórica se derrumbó posteriormente y, evidentemente, los mercados no se autoregulan automáticamente como muchos creían, con lo que los tradicionales paradigmas deben ser reemplazados con urgencia

Incluso, Georges Soros en su último libro, cuando se describe como un especulador de éxito, llega a afirmar que "los economistas se dan cuenta de que el paradigma actual es inadecuado, pero todavía no han desarrollado uno nuevo".

Examinando la actual crisis observamos que es distinta a las anteriores, porque la historia no se repite y además no es comparable a las anteriores recesiones, ya que estas últimas afectaron a segmentos particulares y concretos de la economía. La actual crisis no se limita a una empresa, ni a un segmento de la economía, sino que se desplaza de uno a otro, de un área geográfica a otra, y todo dentro de un sistema lleno a rebosar de desajustes. De una burbuja inmobiliaria pasamos a una crisis de materias primas y de ésta, a una financiera, cuyas consecuencias económicas de primer orden se trasladan a todos segmentos de la economía real, por efecto contagio.

Hasta el momento, los remedios consistían en que las autoridades financieras interfirieran acudiendo a auxiliar a las instituciones en riesgo inyectado liquidez. Pero, con estas medidas hay que tener un cierto cuidado porque una expansión del crédito también puede alentar una globalización de los mercados financieros sin que se eliminen los problemas estructurales y sin que se apliquen regulaciones o supervisiones que puedan llegar a evitar la consolidación de estructuras asimétricas. Es decir, "convertirse en un fundamentalista del mercado" no favorece el juego limpio y no siempre garantiza la igualdad de oportunidades.

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De ahí que desde Europa y, sobre todo, desde el núcleo duro de la Unión Europea (en el que se encuentra España) se fueran poniendo ciertas bases para enfocar la nueva era a través de un cambio de paradigmas.

Así las cosas, los planteamientos se basan en que el sistema financiero debe estar bajo control de autoridades financieras, o sea, alguien debe supervisar las actuaciones y vigilar, al mismo tiempo, las obligaciones. Si no fuera así, los propios mercados descuidarán sus responsabilidades y nadie corregiría los excesos. Además, no deben existir excepcionalidades para los desplazamientos del capital, o lo que es lo mismo, los paraísos fiscales no deben convertirse en escapatoria para aquellos que no desean cumplir con las reglas armonizadas, cuestión básica a implementar con rapidez y que deben regir para todos, sin exclusión.

Quizás sea buena la idea de hacer del FMI un órgano de vigilancia de la estabilidad financiera mundial y que bajo el Foro de Estabilidad Financiera se pudieran no solo fijar orientaciones, sino instaurar un control muy estricto tanto sobre las agencias de notación, como sobre las formas de proceder en términos contables.

Estas iniciales medidas deben estar enmarcadas en la necesidad de un esfuerzo coordinado para mejorar la gobernanza mundial. Por ello, en el paquete de los nuevos objetivos de la nueva era debemos incluir aquellos que contemplen los problemas para procurar la seguridad alimentaria y erradicación del hambre, la mitigación de la pobreza, la reducción de los impactos de las catástrofes naturales, la lucha contra el sida y aminorar los problemas derivados del calentamiento global, entre otros.

La definición de un nuevo orden monetario y económico no ha hecho más que empezar. Por tanto, se inicia una nueva era.

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