Nadie ayudó a Baby P

El precioso bebé rubio y con enormes ojos azules de la fotografía, difundida ahora, contaba tan sólo 17 meses cuando ingresó cadáver en un centro de Londres el pasado verano. Su cuerpo presentaba las secuelas del calvario de maltratos sufrido a manos de su madre, el compañero de ésta y un amigo, ante la pasividad de los servicios sociales y los médicos, que llegaron a visitar al pequeño hasta en 60 ocasiones. Los moratones, mordeduras, quemaduras y traumatismos, las continuas visitas del niño al hospital, no bastaron para que el sistema lo salvara de la terrorífica tutela familiar. La imagen de Baby P -su identidad permanece oculta por motivos legales- ha puesto rostro al debate reabierto en el Reino Unido sobre la imperiosa necesidad de reformar las medidas de protección de la infancia, una tarea que el Gobierno se ha comprometido a llevar a cabo.

Nuevos y escalofriantes datos sobre las condiciones de vida del bebé acaban de salir a la luz, después de que un jurado declarara culpable al trío torturador, que utilizaba al niño como su particular "saco de boxeo". Alertados por el historial médico del pequeño, los trabajadores sociales y sanitarios visitaron con frecuencia el domicilio, infestado de animales muertos que servían de alimento a una serpiente no siempre enjaulada. La madre, de 27 años, estaba a cargo también de otra hija que podría haber sufrido similares abusos.

La última visita al domicilio se produjo nueve días antes de su muerte. El equipo que revisó el caso consideró que las pruebas para retirar su custodia eran insuficientes y su responsable de entonces, John Suddaby, fue ascendido meses después.