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A TOPE | Fin de semana
Columna
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Por la crisis

Un amigo mío que trabaja en un programa de la tele me contó que han dejado de dar bocadillos durante el rodaje de su serie. Antes, una mesa repleta de bocatas esperaba a los miembros del equipo para reponer fuerzas a mitad de jornada, pero ahora la mesa está vacía. Cuando mi amigo preguntó la razón de la desaparición de ese gran logro laboral de la industria audiovisual que es el bocata mañanero, le respondieron: "Es por la crisis". Y claro, mi amigo asintió y se fue, ya que la explicación era tan contundente y tan fácilmente reconocible que vete tú a negar que una crisis nos asuela ahora mismo la economía mundial. La misma razón se arguye para la súbita evaporación, la anulación repentina de las cestas y cenas de Navidad de algunas empresas. Este año no las habrá. "Por la crisis", también en ese caso. Imagino que los aumentos de sueldo o cualquier mejora en las condiciones laborales no serán reclamadas por los trabajadores en los futuros meses. Para qué escuchar de nuevo el no de siempre, pero esta vez acompañado por la incontestable razón de que "es por la crisis". Ante eso, claro, no puedes decir nada, porque sólo alguien que vive en una cueva alejado del mundanal ruido no se ha enterado de que vivimos una enorme recesión.

La palabra "crisis" ya la tenemos instalada en el córtex cerebral gracias a tanto machaque por parte de los medios de comunicación. Los telediarios abren con las catastróficas noticias económicas y los periódicos ponen la palabra mágica "crisis" en grandes titulares. Es tal la insistencia que uno empieza a sospechar que la expresión está validando un montón de abusos por parte de las empresas para rebajar los derechos del trabajador. El truco es perfecto: se puede invocar la crisis para justificar cualquier tropelía. Despidos, descenso de sueldos, horas extras no remuneradas,... El currela ha de ser comprensivo con la situación financiera mundial y entender que si no hay bocata a las 12 es por la crisis. Se invoca la palabra como si se tratara de un abracadabra, como en esos sketches de Faemino y Cansado en que un pillo conseguía colarse en el cine o huir de la cárcel si gritaba: "Qué va, qué va, qué va, yo leo a Kierkegaard". El interlocutor se encogía de hombros y replicaba: "Ah, bueno. En ese caso, pase, pase..." Y le dejaba colarse, huir o lo que viniese al caso.

No quiero decir que la crisis sea un bulo y se nos haya hecho creer que existe para desarrollar esta gran triquiñuela, pero no me negarán que algo estarán rascando nuestros jefes con la excusa, ya sea eliminando ese molesto gasto en bocadillos y cualquier extra que tienen la obligación de gastar, pero les molesta tanto desembolsar. La gran coartada de la crisis sirve para reforzar la poca transparencia a la que se enfrenta cualquier trabajador a la hora de conocer cómo marchan los negocios en su empresa. La eficacia de esta excusa se basa en que todo el mundo sabe que estamos en crisis. Entonces, si es "por la crisis", pase, pase...

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