Museo Marítimo ¿Ahora sí?
El tema es viejo, de décadas. Valencia, la capital marítima de la Corona de Aragón, sede de la Copa América, uno de los principales puertos comerciales del Mediterráneo, etc., no tiene un Museo Marítimo. Tiene algunos indicios desperdigados, en forma de pequeñas colecciones de maquetas (maquetas espléndidas, por cierto), algunas ánforas, anclas, etc., pero nada que merezca llamarse ni siquiera colección museística seria.
Hace ahora diez años, en plena resaca de la enésima batalla lingüística, que culminó con el parto de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, el Consell Valencià de Cultura (CVC) decidió retomar el tema del Museo Marítimo y creó una ponencia, que tuve el honor de presidir, para que redactara una especie de anteproyecto para crear, de una vez, el Museo Marítimo. Aunque ahora resulta difícil de creer, en aquella época aún no se sabía lo que era la Copa del América y lo que entonces se llamaba Balcón al Mar tenía un aspecto totalmente diferente del actual. No existía el canal, ni el edificio Veles e Vents, ni el circuito de carreras. Había, en cambio, unos preciosos almacenes modernistas, hoy desaparecidos, el inacabado edificio de los Docks, hoy inacabado local de copas, y un varadero en uso, donde se reparaban barcos de importante tamaño.
Ese fue el conjunto que el CVC propuso como futura sede del Museo Marítimo. Se descartó el edificio de las Atarazanas, sede natural de cualquier Museo Marítimo, porque el salvaje urbanismo de los años cincuenta del siglo pasado había levantado una inmensa muralla de pisos que hace prácticamente imposible cualquier conexión física entre las Atarazanas (los astilleros medievales) y su mar. Nosotros entendimos que, como ocurre en la inmensa mayoría de los existentes, cualquier Museo Marítimo debe estar conectado directamente con el mar y, en ese contexto, las Atarazanas no servían.
Han pasado diez años, varios importantes eventos han tenido lugar en la zona, el edificio de las Atarazanas ha sido magníficamente restaurado, sus accesos se han urbanizado y han dejado de ser un aparcamiento incontrolado, hay un carril-bici, se ha construido un aparcamiento subterráneo y, sobre todo, el conjunto que nosotros propusimos ya no existe. Es tiempo, pues, de rectificar. Lo que entonces nos pareció lo mejor, hoy es imposible.
Hace un par de semanas compareció en el CVC la señora Alcón, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Valencia, y nos mostró el proyecto que, en su día, realizó el Ayuntamiento para utilizar el edificio de las Atarazanas como Museo Marítimo. Según nos contó, aquello se paralizó, al proponer el CVC la sede alternativa que hemos comentado arriba. En esta última reunión, llegamos rápidamente a un acuerdo. Ahora no queda más remedio, si seguimos queriendo que Valencia tenga un Museo Marítimo, que utilizar el edificio de las Atarazanas, con todos sus problemas. No porque sea lo idóneo, sino porque cualquier otra alternativa es mucho peor. Por otra parte, es evidente que no tiene porqué ser la única sede, aunque sí parece reunir las características mínimas necesarias para ser la sede principal o central.
Así pues, ahora toca ver qué forma jurídica se le da a la entidad que tiene que refundar el Museo Marítimo de Valencia: ¿Consorcio? ¿Fundación?, qué miembros la componen, quién pone el dinero, cuándo se reúne, a quién le encarga el proyecto, etc. Pero ahora ya no hay excusa para más retrasos. ¿Será verdad esta vez? ¿Tendremos Museo Marítimo, por fin? ¿Ahora sí?
Manuel Sanchis-Guarner Cabanilles es miembro del Consell Valencià de Cultura.
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