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Reportaje:Primer plano

El verano en que todo cambió

Con el mundo aún en guerra, Bretton Woods creó un nuevo orden económico internacional

"Nosotros, los delegados participantes en esta conferencia, señor presidente, hemos intentado lograr algo muy difícil. No hemos tratado de complacernos a nosotros mismos ni de encontrar la solución más conveniente a nuestras situaciones particulares. Eso habría sido fácil. Nuestra tarea ha sido encontrar una medida común, un estándar común, una norma común aplicable a todos y que no perjudique a nadie". Inicio del discurso de John Maynard Keynes, representante de Reino Unido, en la sesión final de la conferencia de Bretton Woods.

El hotel Mount Washington de Bretton Woods ofrece estos días atractivas ofertas a los aficionados al esquí o a quienes simplemente quieran disfrutar del espléndido otoño de Nueva Inglaterra. Por 99 dólares por persona y día (125 los fines de semana) se puede ocupar una habitación doble en ese rincón del Estado de New Hampshire donde, en el verano de 1944, la economía mundial cambió para siempre.

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Con los aliados aún combatiendo a los nazis en los campos de Francia y a los japoneses en el Pacífico, 730 delegados de 44 países llegaron a un acuerdo sin precedentes para coordinar sus políticas económicas con el fin de prevenir los errores que dieron lugar al auge de los fascismos y a la Gran Depresión, y de consolidar el capitalismo como fuerza dominante de la economía tras la II Guerra Mundial.

La conferencia de Bretton Woods fue, fundamentalmente, obra de EE UU y Reino Unido, que se perfilaban ya como ganadores de la guerra. La reunión tuvo dos protagonistas: el economista británico John Maynard Keynes y el alto cargo del Departamento del Tesoro estadounidense Harry Dexter White, encargados de redactar el borrador del acuerdo en 1942 y de abrir un periodo de intensas negociaciones previas a la cumbre. "EE UU y Reino Unido proporcionaron el liderazgo imprescindible para alcanzar un consenso", explica el profesor Benjamin Cohen, de la Universidad de California, en Santa Bárbara. "Washington dijo adiós a su posición proteccionista de los años treinta y se puso al frente de la reorganización económica de la posguerra".

Keynes y White no estaban de acuerdo en todo, pero sí coincidían en una cosa: el mundo financiero había adquirido tal dimensión y complejidad que era imposible dejarlo en manos de los mercados o de las decisiones unilaterales de los Gobiernos. "Después de la penosa experiencia del periodo de entreguerras, los negociadores llegaron a la conclusión de que no podía permitirse que el sistema monetario internacional funcionara solo", subraya Cohen.

La intromisión del acuerdo de Bretton Woods en la soberanía de los Estados fue considerable. Por primera vez en la historia, el comercio y las finanzas se sometieron a un sistema regulatorio internacional, dejando atrás la tradición de que las naciones resolvieran sus disputas de manera bilateral.

A juicio de los expertos, el legado más duradero de Bretton Woods fue la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. El primero nació con la misión de supervisar los tipos de cambio y de aportar divisas para que las naciones con déficit por cuenta corriente acumulasen reservas. El segundo recibió el encargo de proporcionar a los países pobres el capital necesario para su desarrollo. Para financiar las nuevas instituciones, los países firmantes se comprometieron a hacer aportaciones en la medida de sus posibilidades. La cuantía de esas cuotas determinó -y aún lo hace hoy- la cuota de poder de cada nación en los nuevos organismos, que establecieron sus respectivas sedes en Washington. EE UU se reservó la capacidad de veto en el FMI.

Para David Andrews, catedrático de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales del Scripps College, en California, Bretton Woods puso los cimientos de un nuevo orden económico internacional con un doble objetivo: la revitalización del comercio mundial tras una época dominada por el proteccionismo y el establecimiento de una serie de normas y principios que imponían a los países obligaciones en el manejo de sus políticas fiscales y monetarias, aunque con un alto grado de autonomía y libres de la camisa de fuerza del patrón oro vigente antes de la Gran Depresión. Para lograr esos dos objetivos, los países firmantes establecieron para sus divisas un tipo de cambio fijo -aunque ajustable- con el dólar. A su vez, EE UU vinculó la cotización de su divisa al oro a razón de un dólar por cada lingote de 35 onzas. Los países se comprometieron a comprar y vender dólares para mantener sus respectivas divisas, como máximo, un 1% arriba o abajo del tipo de cambio fijado.

El reinado del dólar acabó en 1971, cuando el presidente Richard Nixon decidió poner fin a la vinculación del dólar y el oro al darse cuenta de que el depósito de Fort Knox sólo contenía una tercera parte de los lingotes de oro necesarios para cubrir la cantidad de dólares en manos extranjeras. En cuestión de dos años, la mayoría de los países dejaron fluctuar libremente sus divisas. Y así aparecieron los mismos problemas que las economías sufren hoy: el desplome de las Bolsas, el cierre de bancos, la subida de los precios del petróleo, la inflación...

En Bretton Woods participaron 44 países, todos ellos aliados o neutrales en la guerra contra las potencias del Eje. España no fue invitada por sus simpatías hacia Alemania e Italia.

Y a diferencia de la cumbre de la semana próxima en Washington -convocada con prisa y sin negociaciones previas-, las naciones que estuvieron en Bretton Woods dispusieron de dos años y medio para limar sus diferencias. "La reunión de Washington carece de un consenso intelectual sobre la naturaleza de los problemas actuales. Todo lo contrario: es una conferencia internacional sin agenda clara y organizada por una Administración saliente sin capacidad de decisión. El contraste no podría ser mayor", afirma Andrews. El profesor del Scripps College considera más acertado comparar la cumbre de Washington con la conferencia económica celebrada en Londres en 1933, tras la toma de posesión de Franklin Delano Roosevelt como presidente, que acabó en fracaso. La nueva Administración estadounidense aún no había fijado sus prioridades internacionales y fue incapaz de comprometerse con sus socios. De hecho, señala Andrews, no fue hasta 11 años después, en Bretton Woods, cuando el Gobierno de Roosevelt estuvo listo para alcanzar aquellos acuerdos que sus socios habían buscado en Londres.

"Finalmente, quizá hayamos conseguido aquí, en Bretton Woods, algo más significativo de lo que recoge el Acta Final. Hemos demostrado que 44 naciones son de verdad capaces de trabajar juntas en una tarea común y en un ambiente de amistad y concordia. Muy pocos lo creían posible. Si somos capaces de afrontar tareas de largo alcance del mismo modo en que hemos afrontado esta tarea limitada, hay esperanza para el mundo". Conclusión del discurso de John Maynard Keynes en la sesión final de la conferencia de Bretton Woods. -

Los jefes de las 44 delegaciones nacionales reunidas en julio de 1944 en Bretton Woods posan para la prensa con las Montañas Blancas de New Hampshire al fondo.
Los jefes de las 44 delegaciones nacionales reunidas en julio de 1944 en Bretton Woods posan para la prensa con las Montañas Blancas de New Hampshire al fondo.ASSOCIATED PRESS

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