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Tribuna:coyuntura nacional | Economía global
Tribuna
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¿Es bueno ahorrar en tiempos de crisis?

El 31 de octubre se celebró el Día Mundial del Ahorro. Muchos pensarán que en esta ocasión mejor hubiera sido olvidarse de la fecha y, en su lugar, haber celebrado el Día del Consumo, para ver si así los consumidores se animaban y empezábamos a salir de la crisis. Ciertamente, excepto en los casos en los que una recesión venga provocada por un shock de oferta (por ejemplo, las crisis del petróleo), la caída de la demanda suele ser la causante inicial de los procesos recesivos. Pero, ¿tiene sentido pretender impedir la recesión o, una vez que se ha producido, intentar salir de ella estimulando el consumo?

Todos los procesos recesivos no son iguales, pero hay un patrón común a la mayoría. En general, en las fases expansivas llega un momento en el que los hogares empiezan a aumentar su gasto en consumo e inversión por encima de lo que lo hace su renta disponible. La tasa de ahorro cae, aparece el déficit y la deuda se dispara. En el último ciclo español, esta situación ha durado mucho y se ha ido muy lejos (gráfico superior izquierdo). Pero, a la larga, estas situaciones no son sostenibles. Los niveles de endeudamiento tienen un límite en la solvencia de los agentes económicos, y sus cargas financieras van erosionando su capacidad de gasto, en especial cuando los bancos centrales empiezan a subir los tipos de interés para atajar los brotes inflacionistas. Así que, tarde o temprano, el crecimiento del gasto en consumo e inversión se frena, iniciándose un cambio de fase cíclica. En un primer momento, el cambio no es más que una simple desaceleración del ritmo de crecimiento, pero, poco a poco, los mismos mecanismos que llevaron a la situación de euforia, actuando ahora en sentido contrario, acaban por llevar dicho crecimiento por debajo del potencial e incluso pueden provocar una recesión.

Al revés de lo que sucede en fases expansivas, la tasa de ahorro de los hogares crece en las fases recesivas
La política monetaria y fiscal facilitan un ajuste más rápido y soportable, sin que el consumo se hunda

En definitiva, los ciclos de la demanda tienen su raíz en las desviaciones prolongadas del gasto respecto a la producción y la renta potenciales a largo plazo. Dichas desviaciones sólo son posibles, obviamente, mediante el recurso a la deuda, que, llevado por unas expectativas irrealizables más allá de límites razonables, acaba provocando situaciones de insolvencia y creando graves problemas al sistema financiero y al conjunto de la economía (¿les suena?).

Al contrario de lo que sucede en las fases cíclicas expansivas, y en contra de la creencia de que en épocas de crisis no se puede ahorrar, la tasa de ahorro de los hogares aumenta en las fases recesivas, por varias causas, entre ellas por lo que se conoce como efecto precaución. En el gráfico inferior puede verse el comportamiento contracíclico de dicha tasa en los hogares españoles. Los últimos datos de la Contabilidad Trimestral No Financiera de los Sectores Institucionales muestran un incipiente cambio de tendencia que debería seguir en los próximos años (gráfico superior derecho). Las previsiones de Funcas contemplan que la tasa de ahorro familiar pase del 10,2% de la renta disponible bruta en 2007 al 11% en 2008, al 12,4% en 2009 y casi el 14% en 2010. Ello, junto a la caída de la inversión en vivienda, permitirá que los hogares vayan pasando de una situación históricamente irregular de déficit a otra de superávit, lo que, a su vez, reducirá su nivel de endeudamiento, que en 2007 alcanzó el 131% de su renta disponible bruta (69% a comienzos de esta década).

A la pregunta del título del artículo habría que responder, por tanto, que, independientemente de si se considera bueno o malo ahorrar en tiempo de crisis, aumentar el ahorro es condición sine qua non para poder iniciar la recuperación, ya que ésta difícilmente iría muy lejos a partir de unas posiciones económico-financieras de las familias y empresas excesivamente desequilibradas. Por otro lado, ahorrar (autofinanciarse, en el caso de las empresas) es hoy obligado, pues el crédito escasea. El aumento del ahorro modera el consumo, y esto, más la reducción de la inversión en capital fijo, provoca la desaceleración o contracción del PIB, pero este proceso es inevitable si antes y durante un periodo extenso ha habido exceso de consumo e inversión. No habría recesiones si antes no se produjeran expansiones desequilibradas. Las políticas monetaria y fiscal pueden ayudar a las familias a llevar a cabo un ajuste más rápido y soportable, sin que el consumo se hunda de forma estrepitosa, pero el aumento del ahorro es fundamental.

Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).

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