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"Yo lo hice pero es un suicidio", dice uno de los supervivientes

Fallou Cisse vende bolsos en un puesto ambulante en Algeciras. Y mientras despacha a sus clientes no tiene reparos en recordar que hace 16 años se compró un billete de Tánger a Tarifa en patera. Un viaje clandestino. Entonces la ruta, iniciada cuatro años antes, era casi regular. Cisse tiene 43 años, seis hijos que viven en su país, Senegal, y una experiencia de la que no se arrepiente pero que desaconseja a todos los que le escuchan. "Es un suicidio. Yo no lo volvería a hacer", explica.

Su testimonio le ha servido a la Asociación Proderechos Humanos de Andalucía para conmemorar los 20 años transcurridos desde la primera gran tragedia de la inmigración clandestina. El primero de noviembre de 1988 aparecieron los primeros cuerpos de un total de 18 que dejó una patera naufragada frente a la playa de Los Lances (Tarifa, Cádiz).

Aquel día Juan Triviño estaba de servicio en Cruz Roja. "Me acuerdo perfectamente. Había un aviso de Guardia Civil de que había un cuerpo flotando. Nos acercamos y lo recogimos. Fue el primer inmigrante que rescatamos sin vida", rememora en este triste aniversario. Después han venido muchos más. "He estado en diez rescates en el mar e infinidad de veces en la playa donde han aparecido decenas de cuerpos en la arena". Le han marcado dos momentos. La imagen de una joven embarazada que se ahogó a pocos metros de la orilla y el cadáver de un adolescente de 15 años, la misma edad que entonces tenía su hijo.

Teléfono abierto

Juan Triviño es ahora conductor de ambulancia pero su teléfono sigue preparado para recibir llamadas cuando llega cualquier patera. Entonces no había infraestructura para atender estos inmigrantes. En los peores momentos, hubo días en los que a la costa gaditana llegaron un mismo día más de 1.000 personas.

Cruz Roja tiene ahora desplegados tres equipos de respuesta inmediata, una red de voluntarios dispuestos las 24 horas para atender la llegada de pateras. Uno de sus responsables, Daniel Iglesias, se queda con los buenos momentos. "Cuando ves la sonrisa de alguien al que acabas de salvar la vida es lo mejor porque sabes que tu trabajo ha merecido la pena", explica.

Fallou Cisse se dedica ahora a divulgar los peligros de la inmigración clandestina. Muchos de sus compatriotas le llaman mentiroso. "Me dicen que les engaño y que lo quiero es que no viajen a España para que no me quiten el negocio", relata.

Dos décadas después de aquella tragedia todavía no hay conciencia de los riegos del viaje.

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