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Columna
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El mundo está 'mad'

Is Mad. Por ejemplo, yo, que no soy ciudadana americana, he votado a Obama a través de un simulacro virtual cuyo recuento demuestra que mi candidato arrasa globalmente, pero McCain gana en países como Irán, Pakistán, Arabia Saudí, Libia, Congo, Malí o Somalia. "Cambiaré el mundo", dice Obama, mientras Chomsky, que acaricia a su caniche negro, le acusa de ser un blanco que tomó dos horas de sol. Otro ejemplo: al hermano del Papa, también cura de alta graduación, le han pillado con las manos en la masa de su pastel de cumpleaños, por el que pagará la friolera (sólo uso esta palabra porque el golpe se planeó en Alemania) de 100.000 de los modernos euros, que cómo le vendrían al jesuita asturiano Kike Figaredo para piernas ortopédicas de niños camboyanos mutilados por minas antipersona de impecable factura (aquí uso esta expresión sólo por perfeccionismo: en lo que a minas respecta es innegable la relación calidad-precio, más si se fabrican en países de confianza, como España).

"Cambiaré el mundo", dice Obama, mientras Chomsky le acusa de ser un blanco que tomó dos horas de sol

Otro ejemplo: llegan unos gendarmes a la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de París, se abren paso con decisión por entre incautos turistas y cultivados nativos de la Republique, se paran ante una foto en blanco y negro en la que se ve a un hombre con un perro. El hombre, blanco, está con el torso desnudo, semitumbado, apoyando un codo en la hierba con indolencia, podría juguetear con una brizna entre los dedos. El perro, negro, también está con el torso desnudo. Hay teorías que sostienen que cualquier individuo de esta especie está menos evolucionado que, por ejemplo, un gendarme, porque no dispone de dedos prensiles con los que, por ejemplo, juguetear con una brizna de hierba. Se están dando un piquito como sólo se lo dan un humano y un perro, de esa manera. La foto transmite tanta paz y cariño que da por pensar que el mundo necesita a su autor. Se llama Oleg Kulik y es ruso, cosas de la lotería. Los gendarmes intentan descolgar la foto, pero no están acostumbrados a manipular ciertas cosas y son asistidos por los propios responsables de la galería, antes de ser esposados. Les acusan de "zoofilia". Contra franceses así lo mejor es tirarse a la calle como en 1808, va a tener razón la ejemplar Esperanza Aguirre. Y Botella (la otra, no Pepe) traicionando a su marido con extraterrestres sostenibles. Y al chulapo invisible de Nuevas Generaciones que se le ve el plumero: "La gente piensa que lo de ser invisible es genial: colarse en el vestuario de las chicas, coger lo que quieres..." (ah, ladronzuelo rijoso). Y la Reina siendo alguien que ríe cuando ríe y llora cuando llora, como se desveló durante la presentación del libro sobre su persona que ha publicado Aguilar. Una coherencia que choca con su contradicción frente al mundo de las carrozas: las que llevan a sus hijas y nueras a casarse le gustan; las de los gays, no. Da mucha pena oírle decir que una reina no tiene libertad de expresión. Yo, que como no soy reina sí la tengo, le haría unas preguntitas, pero no me atrevo. Por timidez.

Así que, como esto parece el elenco de Stanley Kramer, todos corriendo en busca del botín (bromita fácil: está a buen recaudo en el Banco Santander), me voy sin más dilación a la galería Mad is Mad de la calle de Pelayo, regentada (esta palabra sólo la uso en homenaje a Clarín) por los periodistas Rafa Ruiz, Andrés Fernández Rubio y Manuel Cuéllar junto a la artista Luján Marcos (y sus Restos arqueológicos vacacionales). Como si estar al filo de la noticia les fuera algo natural, la exposición colectiva que se inaugura lleva el nombre de Odisea espacial. Y tanto, queridos comisarios. Que no gendarmes, pues en Mad is Mad el arte es emergente, joven, desconocido, libre, provocador. En algunas obras hasta se ven penes. Por ejemplo, en los dibujos de la serie A Spanish Abecedarium from Strange Guys, de Wouter de Vylder, un alfabeto cachondo y sexual. En otras, aparece retratada gente que, aunque sólo toma algo en una taza de desayuno, aparenta tener vida personal y, si me apuras, libertad de expresión. Por ejemplo, en el mural en DIN A2 (que llamamos así porque nos da la gana) Roberto y Óscar, de Eva Solano, que inmortaliza (esta palabra sólo la uso o cuando tengo fe o porque sí) a los chicos de Letoy. En Multipli(city), de My Name is Blanche, la belleza de la geometría y el caos del azar se funden en la fascinación que produce la visión caleidoscópica. Y luego está Alberto de las Heras. Si toda decadencia tiene su genio feliz, la de nuestra época bien puede ser la que aparece en la lámpara maravillosa de sus magistrales dibujos: El rapto de América, China Town, Madrid o el goyesco, tenebroso, La esperanza es lo último que se pierde cuentan la locura del mundo. Que no se entere Aguirre, que manda a los gendarmes.

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