Miradas al horizonte americano
La Fundación Miró revisa el arte estadounidense desde Sargent a Rothko
Mar de fondo. Metáfora del que estos días sacude la sociedad estadounidense y título de la pintura de Edward Hopper que es sin ninguna duda la estrella de la exposición que hasta el 25 de enero de 2009 puede verse en la Fundación Miró de Barcelona. Ground swell (1939) es el único óleo de Hopper, gran artista de los solitarios, con el que cuenta la Corcoran Gallery de Washington. Este museo, situado a pocos metros de la Casa Blanca, es uno de los más antiguos del país, y desde su inauguración en 1874 se dedicó a coleccionar el arte estadounidense de su tiempo, lo que le ha permitido atesorar una interesante colección.
Ahora ha cedido un centenar de piezas de sus fondos para esta ambiciosa exposición que propone una mirada a la evolución de la Modernidad americana, título de la muestra, desde finales del siglo XIX a finales del siglo XX.
Las obras de la muestra proceden de la galería Corcoran, en Washington
La verdad, sorprende un poco. Conocemos muy bien el arte estadounidense desde el expresionismo abstracto hasta hoy. Es decir, a partir de que, tras la II Guerra Mundial, el país se impuso como imperio militar, económico y cultural. Aunque la exposición incorpora interesantes obras de Mark Rothko, William de Kooning o Cy Twombly, por citar algunos de los grandes, la presentación es limitada (uno por autor) y se han visto en este sentido exposiciones más amplias y completas de estos mismos autores.
Lo que sí resulta nuevo de verdad es su primera parte. La sala introductoria, por ejemplo, muestra pinturas aún muy influidas por la tradición francesa de principios de siglo XX, como el óleo Sita and Sarita (1921), de Cecilia Beaux, pionera que había estudiado en París. Sigue después un apartado dedicado al paisajismo, uno de los grandes temas americanos, centrado también en los artistas que introducían ya los estilos modernos. De John Singer Sargent, que desarrolló la mayor parte de su trabajo en Europa, se exhibe Simplon Pass (1911), una pintura del paisaje escarpado suizo en el que solía pasar algunas de sus vacaciones. Del mismo año es Mount Monadnock, una de las muchas vistas de las montañas de New Hampshire, Estado en el que se instaló Abbot Handerson Thayer, perfecto ejemplo del artista poco conocido en Europa que, sin embargo, es toda una figura en su país.
Con todo, junto a la ya mencionada obra de Hopper que se enmarca en un pequeño e interesante apartado sobre el realismo, una de las secciones más interesantes de la exposición es la dedicada a la fotografía. La selección es excelente. Abarca desde retratos de Lewis Hine de 1909 a fotografías de Danny Lyon de los años sesenta pasando por imágenes de Walker Evans, Berenice Abbot, Roy Decarava o André Kertész. Destaca una imagen de James VanDerZee realizada en 1924 en la que aparece retratado Marcus Garvey, figura clave del movimiento afroamericano.
La exposición se cierra, precisamente, con tres obras de artistas comprometidos. Es una opción en la que uno de sus comisarios, Philip Brookman, reconoce cierto guiño a la actualidad. La probable victoria de Obama el próximo martes será, dice, un momento histórico en la larga lucha por el reconocimiento de los derechos civiles. Y la exposición, a su manera, no quería dejar de recordarlo.
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