La ocurrencia

Una espectacular casa de campo que se ha acondicionado como lugar de estancia y disfrute, con un pequeño campo de golf -de esos que llaman pitch and putt- apto para el juego de los visitantes, se ha instalado en el término de Catarroja. Y para mayor satisfacción de los jugadores, o de todo aquel que desee disfrutar de una comida con vistas a las verdes praderas, se ha dispuesto un amplio restaurante, naturalmente iluminado, y con salones privados de aquellos que propician la charla y la reunión.

Y para complacer a los clientes se ha diseñado una carta en la que conviven platos sencillos o de nula preparación, como son los que contienen raciones de jamón, o queso, con otros más sofisticados y que obligan a una cocina profesional.

Así, se ofrecen algunos platos, como el foie gras, que estando bien concebidos, están también bien ejecutados y satisfacen, por más que el producto de exquisito se ha convertido en habitual y por tanto perdido parte del asombro y del placer que producía su ingestión.

Pero al efectuar la elección sorprende, a la vez que atrae, una novedad, como son los garbanzos con almejas y chorizo, que por su originalidad obligan a solicitarlo. Y aquí viene el problema: que las alubias se adecuen con las almejas es un hecho conocido, admitido y aplaudido. Que los garbanzos lo hagan con el chorizo, mucho más, véanse sin ir más lejos las tradicionales recetas de la leguminosa en los recetarios populares. Pero la conjunción de todos los elementos chirría, lo que añadido a un vivo sabor ácido, producto del chorizo o de algún artero chorro de vinagre, da al traste con la ilusión de degustar un nuevo invento. Que nunca debió nacer, porque estos se ejecutan, como es bien sabido, con gaseosa. Y en casa.