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FUERA DE CASA | OPINIÓN
Columna
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El metomentodo y la metepatas

En la noche del Premio Planeta, con mi ánimo adormecido por la misma ceremonia de todos los otoños, resignado por tener que "informar de la muerte de lord Jim a quienes nunca supieron que estuvo vivo", eso es el periodismo según Chesterton. De eso trata el Planeta: vender muchos libros a los que nunca pensaron en leerlos. Mi ánimo se agitó con la salida a escena, la participación en el juego de ganador y finalista. El guión se había cumplido al pie de la letra, conocíamos a los protagonistas del drama pero no el argumento, ni la puesta en escena. Estos protagonistas van a dar juego.

Fernando Savater es el más acabado modelo de metomentodo de nuestra cultura y alrededores. Metomentodo es alguien "cuyo vigor e interés estriba precisamente en no querer hacer algo como es debido, es decir, exclusivamente". Savater, metomentodo a la manera de Unamuno: ensayista, novelista, dramaturgo, político, más hereje que místico, razonablemente apóstata y más descreído que hombre de fe.

La filosofía sirve para cuestionarnos; el Premio Planeta, para comprar una casa. Eso despeja muchas dudas

Cuando recibía el premio de manos de la infanta Cristina/Barcelona, la más Woody Allen, la que dejó atrás madrileñas zarzuelas, bien pudo recordar otra Zarzuela: la del hipódromo, donde caballeros y caballos se la jugaban en la curva del Pardo. En el momento cheque de la noche recordé que se filosofa para entrar en las dudas, no para salir de ellas, que ya no se hace ficción por necesidad, sino por dinero. Y sin duda se vive mejor con un buen cheque que con esa fe que te prepara no sólo para ser mártir, sino también un tonto. Y de eso tiene poco Savater. La filosofía sirve para cuestionarnos; el Premio Planeta para comprar una casa. Eso despeja muchas dudas.

Al muy vigorosamente metomentodo de Savater le falta una cosa: la poesía. Algo que parece sobrar a la finalista, esa mujer de La Mancha que no dudó en pedirle en matrimonio -¡es lo bueno de vivir en la España del divorcio exprés! Ya no hay que hacerse el sueco, ni el suizo-, Ángela Vallvey. Ella que fue poeta antes que prosaica, escritora antes que mediática discutidora, no sólo quiere vengarse de algún poeta con su novela -toda novela es autobiográfica- sino que sueña paseos por jardines con el viejo Lara y un autor anónimo llamado Jesucristo.

La noche venía kitsch; el jurado, Pombo dixit, entre la elegía del caballo y la refutación de la poesía. Otro jurado escuchaba atento, silencioso y pálido. Un buen consejero poético de los prosaicos narradores, el maestro Gimferrer, ahora reconvertido en tornado poético erótico y dispuesto para atacar la narrativa con versos como éstos: "porque el alma en Heráclito lo huele, / pero en tu piel hay luces de ukelele, / y así tu fuego el fuego en mí castiga / y muero como Ganivet en Riga". Y el Planeta siguió vivo y prosaico. -

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