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Columna
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¡Sálvese quien pueda!

Jesús Ruiz Mantilla

De entre todos los Espe Boys, hay uno que lo está bordando. No existe nadie a día de hoy que le haga sombra al maromazo de Juan José Güemes, consejero de Sanidad. Cada uno cumple su bonita función, no les vamos a quitar méritos. Desde el supervicepresidente Ignacio González al fidelísimo Antonio Beteta, y otros que últimamente se han adherido al coro como Albert Boadella o ese puntal del cine posmoderno que es José Luis Garci -con sus 15 millones de euros de vellón para revivir con pajaritos doblados, la marca de su estilo, el Dos de Mayo-, el plantel de chicos buenos baila que te mueres al son que la presidenta toca. No me extrañaría que cualquier noche loca le hagan un full monty en la Puerta del Sol y le tiren los tangas al flequillo. Ese que cada vez se atusa mejor, porque Aguirre será lo que sea, pero resulta la mar de estilosa recién salida de la peluquería.

Estos pavos cobran todos los meses su sueldo público para alumbrar estos 'atracos' administrativos
Si nuestros impuestos no sirven para pagar al profesorado, ¿en qué cojones se gastan el dinero?

En el baile erótico se colocaría en el centro sin duda Güemes. Con su melenilla aznarí, su mirada de hielo y sus trajes clasicones no habría pipiola de las Nuevas Generaciones ni veterana pepera opusina de ropero y rosario que se le resista. Se iría desabrochando sus americanas oscuras y sus camisillas de rayas poquito a poco, con el mismo swing con que va privatizando la sanidad pública regional.

En el activo de este chico de oro del tinglao madrileño neocon -esa filosofía que ha llevado al mundo hacia el abismo y que impera en toda la comunidad con mayoría absoluta- destaca su asombrosa y vergonzante gestión sanitaria. No se me ocurre nadie mejor para manejar con habilidad de reptil el plan diseñado por Aguirre: ese que sencillamente consiste en desmantelar los hospitales y poner en manos de cualquiera nuestros huesos.

Menuda genialidad ofrecer como un saldo a tiburones privados las inversiones públicas con las que se han construido los centros. No hay que olvidar, que estos pavos cobran todos los meses su sueldo público por alumbrar este tipo de genialidades o de atracos administrativos, según se mire. El depurado Manuel Lamela -que se pasó con sus armas al bando de Mariano y lo pagó con el látigo de la indiferencia aguirrista- ha quedado en nada, incluso después de la purga de Leganés, ante el joven valor sexy bomb de Güemes. Aquello era simple fanatismo, esto es puro negocio.

El consejero de Sanidad lo mismo aplica la ley de la oferta y la demanda a nuestra delicada salud, que te mete una estrategia digna de Goebbels para afear la conducta de los sindicatos. No tiene ningún escrúpulo. ¿Para qué? Si no, ¿en qué cabeza cabe que en el recién inaugurado hospital -o cómo quieran llamar a ese almacén de enfermos- de Puerta de Hierro aparezcan los cadáveres junto a los escombros de basura y a nadie se le ocurra pedir perdón, por no hablar de irse a su casa?

Aquella aparición escabrosa es toda una metáfora de lo que nuestros gobernantes comunitarios, con el vertiginoso ascenso de Güemes a la cabeza, desean para nosotros. Nos plantan un cadáver junto a los sacos de despojos para dejarnos claro cuál es su ideario y la consideración hacia sus ciudadanos. Un lema que puede quedar en algo así: "Los muertos al cubo; sois pura bazofia".

Pero en este afán Terminator de privatizaciones y ahorro del aguirrismo, últimamente me pierdo. No entiendo a qué fin ella regala hospitales, desmantela la educación pública y prima a los colegios de curas y monjas para que los niños madrileños sólo sean ideologizados por el crucifijo y no por la Educación para la Ciudadanía. Se me escapa esa obsesión por vender el agua del Canal, a no ser que sencillamente lo haga para calentar al alcalde. Por no hablar del último estrangulamiento al presupuesto de las universidades, que no les llega ni para pagar al profesorado. Si nuestros impuestos no sirven para nada de esto, ¿en qué cojones se gastan el dinero?

Más ahora cuando en el Reino Unido van a nacionalizar la banca y el nefasto Bush ha recurrido al erario público para salvarnos de los piratas de Wall Street. ¿No se están saliendo de onda? ¿No habrán perdido el último tren de la devastación ultraliberal que tanto les pone? ¿O será un plan visionario suyo para privatizar todo con vistas a nacionalizar indiscriminadamente después? No entiendo nada, la verdad. Y encima, Gallardón se pira a México y anuncia que quedamos en manos de Ana Botella. ¡Sálvese quien pueda!

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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