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Reportaje:Diseño

Pescar del pasado para reinventar el futuro

El "retrodiseño" triunfa rompiendo con el porvenir

Anatxu Zabalbeascoa

Marcel Wanders, el niño malo del diseño holandés, fue el primero. Sus mesas, sillas y aparadores lacados en negro y etiquetados como New Antiques (antigüedades nuevas) causaron tanta admiración como repulsión en el stand que Giulio Cappellini montó hace tres años en Milán. La idea era ir a pescar al pasado para reinventarlo como futuro. Lo que Wanders hizo fue rescatar la belleza curva del ornamento barroco, estilizarlo y dosificarlo para darle un aire moderno.

Parecía un disparate, pero era una jugada maestra. Si aquello no era diseño puro era, por lo menos, un marketing perfecto. Con un solo gesto se conseguían nuevos adeptos para el diseño (los que se mueven más cómodos en las estéticas acolchadas del pasado) y se dejaba boquiabiertos a quienes pierden la cabeza por lo último. Con todo, la idea de rastrear soluciones marcadamente obsoletas para inyectar glamour a los nuevos muebles parecía un capricho pasajero. Sin embargo, tres años después reaparece asimilada y convertida en una seria competidora del diseño más sobrio y calvinista. Son, como poco, dos maneras opuestas de enfrentarse a la crisis.

Así, la cosecha de muebles de este año prueba que Wanders dio en el clavo. Llámenlo Barroco Digital, Neo Barroco o New Antique. Son varias las productoras de sillas, o baños, que han optado por el slow tech (léase artesanía) para lanzar al mercado los brillos de las antiguas teselas o un baño en una tina con forma de roca. Hasta Ikea ha abandonado su norte tradicional para inspirarse en las curvas sensuales de un estilo más cortesano que orgánico. Y mucho más glamuroso que pragmático. La idea de buscar en el pasado es, en realidad, un clásico de la seriedad. Cualquier diseñador responsable debería hacerlo. Vender como nuevas ideas antiguas es otro asunto. Y buscar antigüedades con brillo de novedad, casi un imposible sólo apto para personas con mucho dinero y pocas manías.

Así, en ese mar de posibilidades, la sorprendente lámpara Black Widow (Viuda Negra), de los valencianos Herme Císcar y Mónica García, nace de unir 4.500 clips de oficina con cristales de Swarovsky. La ironía de estos diseñadores resulta clave en una pieza cara (1.300 euros) que sólo puede funcionar como capricho. Quien compre esta lámpara, o las sillas de la colección Couture que María Barros realizó para Jacinto Usán, estará, evidentemente, comprando un capricho: ni una lámpara para iluminar ni una silla para sentarse.

Este tipo de diseño asume que la imagen pesa más que cualquier otro recurso. Pero en él también cuentan la inteligencia de jugar con el ingenio o la elegancia. Las piezas, a medio camino entre las ediciones limitadas y las producciones en serie, no buscan, en realidad, un mercado doméstico. Su objetivo es el mundo de las apariencias. Ese que tanto fascina y hoy se mueve en los bares, los comercios selectos y, sobre todo, los vestíbulos de los nuevos hoteles.

Silla diseñada por Jacinto Usán para la colección Couture.
Silla diseñada por Jacinto Usán para la colección Couture.
Lámpara <i>Black Widow.</i>
Lámpara Black Widow.

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