Lujo para peregrinos

De norte a sur. A pie, en bici o a caballo. Y por lugares poco trillados, difíciles de ver y disfrutar en coche o en excursiones convencionales. La Vía de la Plata sigue siendo el cordón umbilical que liga las dos provincias extremeñas a través del hilo histórico de antiguas calzadas romanas. La red de albergues para peregrinos y turistas a lo largo de la ruta ha mejorado mucho y ofrece ya un cobijo de calidad al final de cada etapa, a excepción de la que acaba en Monasterio, donde cerró el albergue que gestionaba la Cruz Roja y aún no se ha terminado el nuevo que proyecta el Ayuntamiento.

Uno de los mejores albergues de toda la Vía de la Plata en Extremadura lo encontramos en Torremegía (Badajoz). Pertenece a la red creada por la Junta de Extremadura y ocupa el antiguo palacio de los Mexía, una magnífica obra de estilo barroco mandada levantar como casa solariega en el siglo XVII por esta familia nobiliaria de la comarca. Lo primero que llama la atención al llegar al albergue, que acoge tanto a peregrinos a Santiago como a turistas en general, es la reutilización que en su día se hizo de materiales extraídos de antiguos yacimientos arqueológicos romanos. Lo atestigua el curioso busto de mármol incrustado en la fachada principal. Tiene un buen restaurante con menú degustación de gastronomía extremeña.

Otro albergue importante, que vino a paliar una gran carencia en una ciudad clave en la Vía de la Plata, es el de Mérida. En este caso se rehabilitó el antiguo Molino del Pan, uno de los que abastecían de harina a la ciudad y cuyas piedras movían por las aguas del Guadiana. Éste sí es exclusivo para peregrinos a Santiago y se exige la credencial para poder pernoctar. La rehabilitación del molino llevó también aparejada la de la zona circundante, que se ha convertido ahora en un espacio verde más para la ciudad a orillas del Guadiana.

Otro albergue de peregrinos de nueva construcción es el de Aldea del Cano (Cáceres), en la etapa que va de Alcuescar a Valdesalor. Y otro largamente esperado, el del pantano de Alcántara, una zona muy despoblada y temida por los peregrinos a pie, que antes de la apertura de este alojamiento tenían que atravesar más de 40 kilómetros, entre Casar de Cáceres y Cañaveral, sin ninguna posibilidad de cobijo. Fue promovido también por la Junta de Extremadura y consta de un edificio vanguardista de hormigón visto, en una ladera con excelentes vistas al embalse del río Tajo.