Hallados huesos en una fosa de la Guerra Civil en Quiroga
Empieza la excavación en Cereixido entre protestas vecinales
Ayer por la tarde empezaron a aparecer huesos en el camposanto de Cereixido. El georradar había detectado hace días movimientos anormales de tierra junto al lateral izquierdo de la iglesia, y allí empezó a excavar a primera hora la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). El camino, empinado y retorcido, impidió meter una máquina, así que el trabajo, a mano, fue lento, y hoy tendrán que seguir buscando.
La ARMH cree que en esta fosa van a aparecer, junto a otros huesos, los restos de cuatro represaliados de la Guerra. Germán Fernández Prado, José Díaz López, Ovidio Rodríguez y Aureliano Rodríguez López eran campesinos de A Rúa y de Vilamartín de Valdeorras que en el 36 se echaron al monte y llegaron, escapando, hasta el bastante inaccesible lugar de Cereixido, en Quiroga. Los vecinos de aquella parroquia recóndita los escondieron en sus faiados durante un tiempo, pero alguien se fue de la lengua y el soplo llegó, Sil arriba, hasta Vilamartín. El día que entraron en Cereixido los falangistas, estos cuatro orensanos y al menos tres huidos más se ocultaban en un pajar. Sus perseguidores prendieron fuego a la casa y los cuatro que están enterrados juntos murieron carbonizados. Los otros intentaron escapar camino abajo y fueron tiroteados. La ARMH cree que están sepultados a orillas de la pista que baja hasta Paradaseca.
Poco antes de que empezasen a aparecer los esqueletos, a menos de medio metro de la superficie, llegaron al cementerio las dos mujeres de Valdeorras que, 72 años más tarde, quisieron recuperar a sus familiares asesinados. Ermitas Díaz, hija de José, quedó huérfana con año y medio. Isabel Rodríguez, sobrina de Ovidio y prima del casi niño Aureliano, ya había cumplido cinco. "Mi tío tenía muy buen humor. ¡Ay, Dios!", exclamó cuando vio los primeros huesos rotos asomando de la tierra. "Si hubiera Dios no permitiría esto", le contestó con los ojos empañados su amiga Ermitas: "Yo creo que no hay cielo: el cielo y el infierno están aquí".
Los miembros de la ARMH, una docena, entre ellos el estadounidense Scott Boehm, el irlandés John Palmer y el japonés Toru Arakawa, trabajaban bajo la mirada de dos vigilantes de Medio Ambiente. En la entrada del cementerio, a unos seis metros, hay un impresionante tejo "de más de mil años" que está catalogado. Los vecinos de Cereixido (ocho casas habitadas y un montón de ruinas) se oponen a los propósitos de la asociación, y ayer intentaron impedir la tarea.
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