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Crónica:Quinta jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una pareja formidable

Mata y Villa ponen Mestalla de pie y el Valencia golea al Deportivo en un choque desmelenado

En un choque desmelenado, el Valencia subrayó sus virtudes ya conocidas (los centrales y la conexión Mata-Villa) y añadió otras (el regreso de Albelda y Joaquín) para tumbar a un Deportivo que empezó guapo y acabó desgreñado. El cuadro de Lotina mandó mientras el lance estuvo constreñido. Pero, al desatarse, cayó en las redes de Mata y Villa, una pareja formidable, en un despliegue torrencial de fútbol. Son inteligentes, generosos y perspicaces en su búsqueda constante del pase y el gol, clavado entre ceja y ceja. Sin un mediocentro consistente de creación, el Valencia sigue líder gracias a la velocidad de sus centrales, la fuerza de Albelda y la magia de Mata y Silva. Mestalla se fue a casa henchido al entender que el Depor es un adversario de entidad y no un peso pluma.

VALENCIA 4 - DEPORTIVO 2

Valencia: Renan; Miguel, Albiol, Alexis, Moretti; Joaquín, Albelda, Edu (Fernandes, m. 65), Mata; Morientes (Vicente, m. 71) y Villa (Angulo, m. 85). No utilizados: Guaita, Del Horno, Helguera y Pablo Hernández.

Deportivo: Aranzubia; Laure, Lopo, Zé Castro, Filipe; Pablo Álvarez, A. Tomás (Lafita, m. 62), J. Rodríguez, Guardado (Riki, m. 74); Verdú y Mista (O. Bravo, m. 62). No utilizados: Fabricio, Adrián, Colotto y Valerón.

Goles: 0-1. M. 10. Renan, en propia puerta. 1-1. M. 36. Mata. 2-1. M. 50. Villa tras pase de Mata. 3-1. M. 70. Centro raso de Mata que remata Joaquín. 4-1. M. 84. Villa, a pase de Mata. 4-2. M. 87. Lafita.

Árbitro: Pérez Lasa. Amonestó a Filipe, Laure y Albelda.

Unos 40.000 espectadores en Mestalla.

A las virtudes ya conocidas se añadió el regreso de Albelda y Joaquín
Renan desoyó la máxima de Di Stéfano y se metió dentro un balón que iba fuera
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La máxima de Di Stéfano dedicada a sus porteros tomó cuerpo: "Las que vayan dentro intenten pararlas. Las que vayan fuera no las metan dentro". Lo desoyó Renan, que introdujo con la mano izquierda en su portería un centro de Pablo Álvarez que había rebotado en Moretti. Son cosas que pasan en las mejores casas: le ocurrió a Zubizarreta ante Nigeria en el Mundial de Francia 1998. El joven portero se rehízo en la segunda parte en un balón esquinado que le envió Guardado.

El viento en la cola redobló la apuesta del equipo de Lotina, que se adueñó del centro del campo y jugó media hora con una autoridad inesperada. Tenía el balón y ponía de los nervios a Mestalla, que observaba a los suyos desestructurados. Entonces Joaquín renació en un par de internadas demoledoras. En la primera, Filipe le cazó y se ganó una amarilla. En la segunda, el lateral brasileño prefirió taparle la línea de pase, pero no pudo. El tobillo de Joaquín siempre ha hallado centros desde donde parecía imposible. Esta vez sobrevoló las manos de Aranzubia y le llegó a la cabeza de Mata, cuyo remate pasó por entre una nube de piernas.

El partido viró. Albelda se sintió de nuevo el dueño de su equipo. Y Mestalla, tan arisco con el que fuera durante años su capitán, se rindió ante él. Claudicó ante la recuperada fortaleza del valenciano, muy picado porque se menospreciara su trabajo. El Guaje había desaprovechado hasta cuatro ocasiones. A la quinta fue la vencida, aunque quien se venció fue Aranzubia: el balón le pasó entre las piernas. La ventaja desmelenó al Valencia, que combinó como no lo había hecho hasta ahora. A gran velocidad. Villa y Mata irrumpieron por la izquierda y el pase final lo remachó Joaquín, que se fue a celebrarlo solo a la tribuna cuando el resto de compañeros se juntó en un círculo alrededor de Villa y Mata, otra vez artífices de la jugada. El egoísmo derrotó al gaditano, solo mientras sus colegas habían volado a abrazar a los dos magos que han izado el equipo al liderazgo. Hubo más. Otro pase soberbio de Mata, que, en vez de marcar, prefirió regalar el gol a Villa, el sexto del asturiano en la Liga, muy agradecido -éste sí- a lo que había sido un servicio celestial de Mata.

El Depor se hundió. Y ni Lafita ni Omar Bravo lo levantaron. El primero aprovechó para recortar el error de la zaga local, parada porque el juez de línea había levantado la bandera. El público arremetió sin razón contra el árbitro antes de despedir a sus jugadores como merecían, entre aplausos. Agradecido de ver un partido arrebatador, sin un ápice de aburrimiento. Y de que el Valencia se sienta otra vez entre los grandes. Esta vez, mucho más convencido.

Villa, justo antes de disparar para marcar su primer gol.
Villa, justo antes de disparar para marcar su primer gol.JOSÉ JORDÁN

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