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OPINIÓN
Columna
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La sinrazón terrorista

Los atentados perpetrados por ETA el domingo y el lunes de la semana pasada dejaron como sanguinaria estela la muerte del brigada Luis Conde y una decena de heridos de diversa gravedad. Los objetivos de los coches bomba -la sede de Caja Vital en la capital vasca, el cuartel de la Ertzaintza en Ondarroa y la residencia del Patronato Militar Virgen del Puerto en Santoña- forman parte del fantasmagórico cuadro simbólico de los enemigos institucionales de la banda terrorista. La inclusión de la policía autónoma vasca en pie de igualdad con los cuerpos de seguridad estatales dentro de ese siniestro retablo quedó dramatizada por las monstruosas dimensiones de la matanza planeada contra su comisaría en Ondarroa. Ese crimen, felizmente frustrado, cobra una significación paradójica si se recuerda que ETA intentó en su día infiltrarse en la Ertzaintza -de la que José Ignacio de Juana Chaos fue miembro- para espiar su funcionamiento, neutralizar su acción y obtener información.

Los objetivos de los coches bomba de ETA en Vitoria, Ondarroa y Santoña fueron sus enemigos institucionales

La búsqueda de los motivos concretos de un atentado nada más producirse suele asignar a un acontecimiento inmediatamente anterior la condición de causa específica de la respuesta terrorista -post hoc, ergo propter hoc- entendida como represalia previsible. Pero esas precedencias causales rara vez resultan convincentes: la inseguridad de tales diagnósticos no se debe atribuir tanto a fallos argumentales como a la falta de información fiable sobre los opacos mecanismos de adopción de las decisiones en la organización terrorista y a la errónea suposición de que los jefes de ETA manejan los mismos criterios de racionalidad que los políticos demócratas. El naufragio de las negociaciones del Gobierno con ETA se debió probablemente a esa causa: el reducido equipo de análisis encabezado por el presidente Zapatero no logró separar los datos ciertos de los ruidos intoxicadores insertos en la información confidencial de los servicios de inteligencia, y prestó su propia mentalidad secular de negociadores pragmáticos a los fanáticos dirigentes de una causa sacra.

En esta ocasión, el fulminante desencadenador de los atentados habrían sido -desde esa perspectiva- las resoluciones judiciales contra ETA dictadas el martes, el miércoles y el jueves anteriores. No faltaban argumentos en apoyo de esa hipótesis: las disoluciones de ANV y de EHAK dictadas por el Supremo a resultas de su equivalencia funcional con Batasuna y la sentencia de la Audiencia Nacional condenando a penas de prisión a 21 dirigentes de Gestoras pro Amnistía y declarando la ilicitud penal de esta organización y de su sucesora Askatasuna han estrechado aún más el cerco judicial sobre el entramado construido por la banda terrorista como cobertura a la luz del día en fraude de ley. Sin embargo, los hechos no parecen corrobar que el motivo de los atentados fuese una reacción contra las sentencias de los tribunales: los coches bomba habían sido robados y preparados en Francia antes de que esas resoluciones fuesen dictadas. -

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