Ibarretxe achaca a Zapatero el fracaso de su consulta y la declara "inevitable"
"Estamos orgullosos de lo que hemos hecho y de los resultados", proclama
Ninguna novedad, ningún anuncio de futuro, ni el menor asomo de reconsideración o reconducción de su política. El discurso inicial del lehendakari Ibarretxe y los de sus réplicas ayer en el último pleno de política general de la legislatura recorrieron caminos ya trillados, empezando por su insistencia en lo "inevitable" de la consulta soberanista que promueve, en un mensaje quizá dirigido a su propio partido, como en el repaso a la acción de su Gobierno e incluso en las medidas, ya conocidas, para hacer frente a la crisis.
El 'lehendakari' rechaza todo diálogo "constreñido por el Constitucional"
El presidente vasco no da la menor pista sobre sus intenciones futuras
"Estamos orgullosos de lo que hemos hecho y de los resultados", afirmó un Ibarretxe que rechazó la resignación y animó a "levantar la cabeza" y desechar "el miedo al fracaso". "Soy optimista", añadió. El portavoz de su grupo, Joseba Egibar, dejó en el aire que se pueda hablar de fracaso, pero resaltó de Ibarretxe que "cumple su palabra".
El lehendakari no dio siquiera una pista sobre sus intenciones de futuro, salvo si se lee entre líneas su disposición "a aprender de los éxitos y de los errores para seguir avanzando" y su petición a los socialistas de "más recato" en sus aspiraciones a Ajuria Enea. A los grupos del tripartito les dijo que ha sido "un placer y un honor trabajar" con ellos.
El pleno resultó un remedo de su fin de mandato, prolongado a la fuerza por los malos resultados de las generales de marzo pasado, pese a estar vacío ya de contenido tras la desactivación por el Tribunal Constitucional de la principal apuesta del lehendakari. Las despobladas tribunas de invitados y de prensa, reducidos los asistentes a lo más doméstico, y los mortecinos pasillos, al igual que el discreto aplauso final de los suyos, fueron un buen termómetro de la languidez de este fin de etapa.
Ibarretxe, sin embargo, realizó un discurso más largo que nunca, con el que pasó algo más de dos horas en la tribuna, y que empezó definiendo la legislatura como "intensa y eficaz", presidida por el "espíritu de diálogo y negociación" y durante la que habría logrado "quitar a ETA la llave y el protagonismo".
El país ha avanzado ética, democrática y socialmente, afirmó, y ante la crisis, de la que sostuvo, como del derecho a decidir, que "ha venido para quedarse", Euskadi "dispone de liderazgo institucional y de capacidad finaciera para superarla".
El lehendakari sangró por la herida del fracaso de su principal bandera y buscó el cuerpo a cuerpo con el presidente del Gobierno central, José Luis Rodríguez Zapatero, al que culpó tanto de la sentencia del Constitucional como de que su Ejecutivo no pueda hacer más contra la crisis. Lo que el año pasado fueron concreciones y calendario ayer se convirtieron en retórica reivindicativa o acusatoria, insistencia en acudir a Europa, sin precisar dónde ni cuándo, y, sobre todo, acusaciones a Zapatero, entre ellas la de "pisotear" a la mayoría de la sociedad vasca,colocar "alambradas" o representar la "España imperial , una, grande y libre que esgrimió la dictadura franquista". En contraste, se atribuyó haber "abierto un nuevo ciclo político".
Rememoró su hoja de ruta expuesta el año pasado, para "liderar la iniciativa política y no caer en la espiral de violencia y no diálogo". Frente a ello, dijo, "se ha impuesto la suspensión dictada por Zapatero". La sentencia del Constitucional sólo ha sido un "escudo" de "falsas razones jurídicas". Ibarretxe espetó al presidente que la suya es "una victoria pírrica", ya que "la consulta será inevitable, más pronto que tarde".
El lehendakari se mostró distante y desconfiado respecto de las negociaciones abiertas por el grupo del PNV en el Congreso en relación con las competencias pendientes y rechazó todo "diálogo tramposo, con derecho a veto" y "constreñido de antemano por un Tribunal Constitucional nombrado al efecto por el PP y el PSOE". Insistió en que, para que sea válido, ese diálogo tiene que tener "un plazo fijado de antemano" para la obtención de un acuerdo sobre "el derecho a decidir, las relaciones de territorialidad y la relación con el Estado español".
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