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En busca de una nueva relación transatlántica

Somos todos en parte americanos, no sólo por el poder dominante de Estados Unidos, sino también por el interés, a veces pasión, con que estamos viviendo la campaña presidencial de ese gran país. En Europa hay un apoyo muy mayoritario a Obama, que no es seguro fuera tan claro si un candidato con su perfil hubiera surgido en propia casa. En gran medida es una reacción a la era Bush y su agresivo unilateralismo. Para Europa la cuestión a debate no es si Estados Unidos continuará jugando un papel preponderante, sino qué camino escogerá: la imposición y el enfrentamiento o la cooperación entre socios.

De momento, conviene seguir atentamente los pronunciamientos en campaña de ambos senadores. Obama ha explicado su visión del mundo y en especial su relación con Europa en un multitudinario mitin en Berlín, justo en la celebración del 60 aniversario del puente aéreo. Un hermoso discurso, con resonancias de Roosevelt y Kennedy, en el que se saluda la construcción de la Unión Europea y se apela a una asociación con vocación tanto bilateral como global. En el caso de McCain, su gira por el Viejo Continente no ha sido pública, se sabe que asiste asiduamente a la Conferencia de Seguridad de Múnich, aunque su campaña está más dominada por el equipo de Karl Rove, lo cual no augura ningún aperturismo.

El futuro está más en la línea de Clinton y González que en la de Bush y Aznar

Es muy significativo el activo papel de la galaxia neocon americana en la campaña del referéndum irlandés, con John Bolton, ex embajador de Bush ante la ONU mitineando a favor del no, y, más aún, el creciente escándalo del generoso contrato militar estadounidense de 200 millones de euros al millonario Ganley, financiador y protagonista del no con el Sin Feinn. En la misma línea, el Margaret Thatcher Center for Freedom, asociado a la carca Heritage Foundation, ha explicado "por qué debería sentirse concernido Washington por el Tratado de Lisboa". Su argumento de fondo es el "peligro que supone la ambición de la Unión de convertirse en un poder global capaz de desafiar el liderazgo americano en la escena mundial. Prueba de ello es que en los escasos ámbitos donde la UE se expresa con una sola voz, como Kioto sobre el cambio climático o la OMC en el comercial, Estados Unidos se encuentra confrontado a posiciones que tienden a atacar moralmente su posición y, en consecuencia, desafiar su liderazgo. En concreto, la política exterior y de seguridad común (PESC) ha duplicado las estructuras de la OTAN y disminuido significativamente el alcance de la política tradicional de alianzas de EE UU; con el nombramiento de un ministro de Asuntos Exteriores, Bruselas trata de convertirse en el primer interlocutor de Washington".

Ciertamente, la diferencia es clara entre el bloqueo europeo en la guerra de Irak, fruto de la división, y el activo papel de la presidencia francesa ante Rusia, gracias al apoyo unánime del Consejo. Hecho que marca una visión muy distinta sobre el papel de la OTAN y, en especial, sus ampliaciones futuras, entre los que Kennedy llamaba los dos pilares de la Alianza Atlántica. Frente a todo intento de autonomía visto como una amenaza a la relación especial angloamericana, tiene razón el ex ministro de la Dama de Hierro, Malcolm Rifkind, cuando afirma sobre la crisis de Georgia que "una guerra caliente no es la vía para evitar una guerra fría".

El mundo del siglo XXI es más bilateral y global. Ya no hay una hegemonía USA como la que sucedió a la Segunda Guerra Mundial, cuya mejor herencia es una arquitectura política e institucional mundial que necesita actualización, y también una voluntad de intervención y mando, común a todos los imperios, y siempre con la voluntad de hacer el bien y luchar contra el Eje del Mal, menos cuando interesa, como ha hecho Condoleezza Rice con Libia o Corea del Norte, o se buscan aliados, como Europa en relación con Oriente Próximo o Irán.

En este contexto del nuevo multilateralismo, patente en el terreno comercial con el protagonismo de los Bric (Brasil, India, China) en la Ronda de Doha, en la Conferencia de Bali contra el cambio climático o en la respuesta a las crisis financiera o energética, procede revisar y actualizar la agenda política y económica de relaciones entre la UE y EE UU. Incluso la nueva relación transatlántica se podría ampliar en lo económico a otros, como son los otros dos socios del TLC (que también son americanos), México, con el que la UE tiene un Acuerdo de Asociación, y Canadá, en vías de negociación.

En espera de la llegada del nuevo inquilino de la Casa Blanca, los europeos tenemos la tarea de concluir la ratificación del Tratado de Lisboa y poner en marcha sus instituciones y políticas, a la vez que fortalecemos nuestra capacidad y unidad política. El siguiente objetivo sería renovar y actualizar la Declaración Transatlántica firmada en Madrid en diciembre de 1995 en la línea de Clinton y González firmando juntos en el Palacio Real y no en la de las Azores, con Bush pasando la mano a Aznar por encima del hombro.

Enrique Barón Crespo es eurodiputado socialista y ex presidente del Parlamento Europeo.

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