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"Las obras son la ruina de Russafa"

Comercios afectados por la línea T-2 del metro pierden la mitad del negocio

"Cuando hacen una carretera se contempla el gasto que supone indemnizar a los propietarios de tierras que se expropian, ¿por qué nadie piensa en el perjuicio que causan unas obras como las del metro al pequeño comercio en Valencia?". Julio invirtió todo el dinero que se trajo de Argentina en montar la peluquería Artes. Su negocio en el barrio de Russafa, en Luis de Santángel número 22, le cuesta dinero desde que hace más de medio año la calle quedara cerrada para proceder a las obras de las nuevas estaciones de la línea 2 del metro. "Antes, entraban unas 30 personas al día. Ahora, tengo suerte si lo hacen cinco". Como él, más de una treintena de pequeños comerciantes sufren las consecuencias de unas obras que se prolongan en el tiempo, que se iniciaron en otoño del pasado año, sin que la administración haya tenido sensibilidad alguna para tratar de compensar sus evidentes pérdidas.

"Me cuesta dinero tener la peluquería abierta", afirma Julio
Dos fontanerías y un horno han cerrado por culpa de las obras

La calle, que discurre entre Antic Regne y Peris y Valero, no sólo está cortada. Está, invadida de máquinas, tubos gigantes, ferralla y depósitos que impiden la visibilidad de las tiendas. Además, las aceras son prácticamente impracticables, no sólo porque escasamente tienen un metro en buena parte de su trazado sino porque las baldosas están levantadas y se han convertido en caminos de tierra.

"Los transportistas no quieren venir. Tienen que descargar a cien metros de aquí. A mí me traen marcos, cristales, cosas muy pesadas y delicadas. Y no pueden. Avisas a la policía local, y no hay alternativa". Carmen es la dueña de Marcos y Molduras Bravo. Según sus cuentas, "hemos reducido el negocio en un 50%, fácilmente, y no sólo por la crisis, es que aquí no puede entrar nadie y nadie nos ve. Las obras son la ruina de Russafa".

Ella fue ayer mismo a la Consejería. Encontró buenas palabras pero ninguna solución concreta. "El Ayuntamiento llegó a decirnos que hablaríamos de hacer algo respecto al IAE [el Impuesto de Actividades Económicas]. Pero vamos a ver, si nosotros estamos exentos, ¿quién hace aquí un millón de euros al año?".

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Al lado de Carmen está Perival. La central está en Barcelona. El encargado de la sede en Valencia, Antonio, explicó ayer el "abandono ante una situación como ésta". Él también calcula que el negocio de lavado de vehículos ha perdido la mitad de su volumen de negocio.

María Amparo está justo enfrente, en el número 23. Materiales Arroyo y Grau pasa por momentos delicados a cuenta de las obras. "Es tan increíble todo, tan injusto... Tenemos un almacén que no podemos utilizar. No tenemos accesos. No se puede descargar, y aquí trabajamos con materiales para baños, para cocinas, materiales de construcción, materiales para exposición. Uno de los días que una furgoneta entró para acercarse algo, se la llevó la grúa, no atendieron a explicaciones. Nadie sabe lo que es esto, lo que estamos perdiendo, sin que nadie piense en que vivimos de nuestro trabajo, que no podemos soportar meses de inactividad".

Locutorios, cafeterías, hornos, quiscos, tiendas de decoración, de ropa, bares, pubs, terrazas como las tradicionales heladerías de Antic Regne, soportan el aislamiento que suponen las obras del metro sin ayuda alguna. Y algunos sufren otras consecuencias. "Se ha inundado de barro dos veces este estanco. ¿Por qué? Pues porque los de la obra han puesto delante ese inmenso depósito en el que preparan una mezcla sustentada en agua, que si no se controla, se sale. Y se ha salido dos veces. Y lo hemos limpiado nosotros", explican Matilde y su hijo, que regentan un estanco desde hace nueve años en la esquina con Matías Perelló.

Las consecuencias no todos las pueden soportar. Dos fontanerías y un horno ya han cerrado. Y según el resto de comerciantes la causa es evidente. "No hay clientes, no hay negocio".

Los afectados ya se han reunido varias veces, han empezado el asesoramiento jurídico para actuar contra la Administración, han iniciado una campaña de recogida de firmas y quieren lograr el apoyo de los vecinos. Los dueños de los negocios necesitan celeridad en las obras, lo que supone trabajo en horarios incómodos para el descanso. De hecho, los vecinos se han quejado de que una de las grúas ha llegado a trabajar hasta las cuatro de la madrugada.

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