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Reportaje:Primer plano

Ahora toca más ley y menos beneficio

La crisis cambiará la forma de hacer negocios en el sector de la banca de inversión

David Fernández

El terremoto que ha sacudido Wall Street cambiará para siempre el paisaje de la industria financiera. Las hipotecas basura y toda la ingeniería financiera que se montó a su alrededor han puesto al descubierto unas ineficiencias tan graves en el sistema que parece imposible que no haya cambios.

La primera novedad ha sido sobrevenida, forzada por los acontecimientos, y tiene que ver con el reparto de funciones entre los diferentes tipos de entidades financieras. En 1933, el Congreso estadounidense aprobó la ley Glass-Steagall, que establecía una clara separación entre los bancos de inversión y los bancos comerciales. El presidente Franklin Delano Roosevelt alentó la reforma. Con la amarga experiencia del crash de 1929, los legisladores consideraron que un sistema bancario basado en la especulación era perjudicial para la economía. Por ese motivo se prohibió a los bancos comerciales operar en Bolsa, evitando así los conflictos de intereses y forzando a las entidades a elegir entre ser prestamistas o brokers.

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Sin embargo, 75 años después de la entrada en vigor de esta norma se ha completado el círculo. Bear Stearns ha sido absorbido por JPMorgan con el beneplácito de la Reserva Federal, el área de inversión de Lehman Brothers está ahora en manos de Barclays y Bank of America se hará con Merrill Lynch. Sólo Goldman Sachs y Morgan Stanley permanecen como bancos de inversión independientes, aunque el mercado cree que en un futuro no muy lejano necesitarán negociar su fusión con bancos comerciales, con una amplia base de depósitos, para ganar una fuente de financiación más estable. El nombre de Wachovia ha sonado con fuerza esta semana como posible pareja de baile de Morgan Stanley.

"Las firmas de Wall Street que sobrevivan tendrán que afrontar un entorno más regulado, especialmente ahora que los bancos comerciales están rescatando a las entidades de inversión con problemas", explica Brendan Moynihan, editor de la agencia Bloomberg. "Aquellas firmas que no caigan en manos de la banca comercial necesitarán fuentes de financiación de mayor solvencia y eso llevará inevitablemente a una supervisión más férrea", añade.

Algunas de las reglas que regirán el destino de Wall Street ya se han puesto sobre la mesa. El supervisor bursátil estadounidense (SEC) ha hecho especial énfasis en controlar las ventas especulativas a corto plazo. También han empezado a surgir voces que piden la creación de un mercado regulado para el negocio de los credit default swaps (coberturas que contratan los inversores para protegerse ante el impago de las emisiones de deuda). Estos productos, que mueven 62 billones de dólares y han hundido a AIG, habían estado hasta ahora al margen de la supervisión.

También hay peticiones para que haya una mayor transparencia en el mercado de derivados, el establecimiento de límites sobre el apalancamiento que pueden asumir las entidades, así como que los brokers tengan que asumir responsabilidades fiduciarias. "La consecuencia de todo ello será la caída de las ganancias en Wall Street. Con más transparencia en los precios, los spreads se estrecharán. Con menos capacidad de apalancamiento, las compañías no podrán disparar sus beneficios", advierte Moynihan.

Larry Tabb, presidente de la consultora especializada en servicios financieros Tabb Group, comparte esta opinión. En un informe colgado en su web, este experto señala que el negocio de banca de inversión ya no volverá a ser el mismo. "Los días del todo en uno dentro de un banco de inversión están próximos a su fin. Estamos asistiendo a una reducción de la capacidad de la industria. Habrá una huida del riesgo y se reforzará la transparencia y la liquidez".

Tabb prevé cuatro grandes cambios en la industria. El primero es una apuesta por la seguridad. "Esta transición forzará a las empresas a trasladar la mayor parte de sus productos en mercados Over-the Counter [no organizados] a las Bolsas tradicionales". El segundo cambio consiste en el fin de la titulización. "Veremos cómo cada vez menos inversores querrán tener deuda de otras entidades empaquetada en títulos". Tabb pronostica también una división entre bancos buenos y bancos malos. "La idea que subyace aquí es que las entidades escindirán los activos de mayor riesgo en una compañía independiente y los activos de mayor calidad se quedarán en el banco madre". La cuarta y última transformación tiene que ver con el hecho de que buena parte de los grandes bancos de inversión son ahora públicos o dependen del Gobierno. "Esto conllevará un cambio en la estructura de la gestión de las compañías. Los bancos de carácter estatal son gestionadas por profesionales menos sofisticados y están respaldados por los depósitos de los ahorradores".

Un aluvión de parados

Con independencia de las consecuencias que pueda tener la crisis para la superestructura de Wall Street, el crash financiero también esconde cientos de dramas personales. Son aquellos profesionales a los que la crisis subprime les ha dejado sin su puesto de trabajo. Desde que en agosto de 2007 empezaran a destaparse los primeros agujeros en los balances, los bancos de inversión han echado a la calle a 125.000 trabajadores en todo el mundo. Las plantillas que más se han recortado son las de Lehman Brothers (18.890 empleos), Citigroup (14.074) y Bank of America (11.150).

Algunos de estos profesionales han logrado ya nuevos empleos. Jefferies Group, un pequeño banco de inversión dirigido por un ex trader de bonos basura, ha contratado a 25 empleados procedentes de Bear Stearns. Es tan sólo una gota dentro de un océano, pero quizás esta noticia pueda sugerir por dónde van a venir las ofertas en el sector durante los próximos años: los grandes transatlánticos de Wall Street dejando paso a embarcaciones de menor tamaño. -

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Sobre la firma

David Fernández
Es el jefe de sección de Negocios. Es licenciado en Ciencias de la Información y tiene un máster en periodismo por EL PAÍS-UAM. Inició su carrera en Cinco Días y desde 2006 trabaja en EL PAÍS, donde se ha especializado en temas financieros. Ha ganado los premios de periodismo económico de la CNMV, Citigroup, Aecoc y APD.

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