Copas y canapés para digerir arte
Las galerías abren hoy por la noche para llevar las vanguardias al gran público
Un total de 36 galerías madrileñas (y 20 en Barcelona) abre hoy hasta medianoche. Habrá copas y canapés, aires de fiesta. Celebran El día de las galerías, una iniciativa que pretende llevar el arte contemporáneo a la calle, acercándolo al público durante una jornada de puertas abiertas. El problema es encontrar las puertas.
"Tenemos fama de elitistas, parece que a la gente le cuesta entrar, y eso que las galerías son gratis y tardan 10 minutos en verse", dice Guillermo de Osma, presidente de ArteMadrid, la asociación que promueve el acto.
"Nos entusiasma que el público nos visite", dice Guillermo de Osma
"Esto no se hace por dinero. Sólo sobrevives", apunta Norberto Dotor
"A los galeristas nos entusiasma que el público nos visite", repite De Osma, y el gremio, asiente. La intención está ahí, pero aun armado con uno de los 90.000 mapas distribuidos por ArteMadrid, el público tendrá difícil encontrar algunas galerías participantes. La mayoría se esconden tras diminutas placas en portales de viviendas, muy pocas utilizan los escaparates y en algunas es necesario llamar al timbre para entrar. "Es cierto que desde fuera no se nos ve suficiente", admite Isabel Mignoni, hija de la galerista Elvira González a quien la jornada le parece "una cosa simpática". Su galería lleva 40 años: "Creo que la gente nos conoce y que hay bastante tradición entre los madrileños de ir de galerías, mis amigos lo hacen... aunque puede que yo viva en una burbujita", explica Mignoni.
En ciudades como Nueva York el gallery hopping (ir de galerías) es una costumbre muy popular. "En España hay poca tradición porque las primeras galerías surgieron tras la guerra. Llevamos 20 años de retraso", dice De Osma, que también apunta como causa la dispersión de las galerías madrileñas.
En la ciudad hay varias zonas para ver arte contemporáneo: la mayor densidad de galerías está en el distrito 28004, en torno a la plaza de las Salesas y detrás de Almagro; en el barrio de Salamanca se encuentran las galerías más clásicas, centradas en el arte moderno; y las más recientes, se colocan en torno a los nuevos centros de arte, el Reina Sofía, el Matadero y, sobre todo, el CaixaForum, aprovechando su flujo de visitantes. "Como esos bichitos que viven alrededor de las ballenas", ilustra un galerista.
Detrás del CaixaForum la calle de la Alameda concentra media docena de galerías. Desde la acera se agradece que Raquel Ponce use el escaparate, donde una pantalla de plasma invita a entrar a los peatones. Un poco más arriba, la galería Blanca Soto se abre a la calle con una gran cristalera; dentro, Marta Alcalde, 35 años, se abre al público con una actitud nada snob. "Animo a que entre a todo el que pasa y a todos les doy la charla porque cuando yo iba de galerías me daba apuro preguntar", explica tras un mostrador en el que se exponen los precios de las obras (algo no demasiado común). "Parece que si se nota que estás vendiendo pierdes bagaje cultural, pero no tiene nada que ver", dice, rodeada de obras que van de los 800 euros a los 25.000.
Según Alcalde, el perfil del coleccionista está cambiando ("cada vez más grupos de amigos compran arte como regalo de boda"), y confiesa: "¡Claro que se puede regatear!". Su galería también abrirá hasta tarde hoy, pero no está incluida en el mapa de El día de las galerías porque no pertenece a ArteMadrid.
El asociacionismo es otro problema de las galerías madrileñas, divididas en dos facciones, pero, rencillas aparte, estos establecimientos ya tienen bastantes escollos sin necesidad de pelearse entre sí. "A pesar del glamour que nos rodea, esto es un negocio muy duro", dice De Osma, "la mayor parte del tiempo estamos preocupados por pagar la factura del gas". "Esta jornada de puertas abiertas debería servir para reivindicar la tarea del galerista que apuesta por los artistas mucho antes de que los hagan los museos. Es un trabajo heroico".
Adrián Piera, 47 años, sabe que se está metiendo en un berenjenal, pero le puede la ilusión. Va a convertir una antigua sauna de la calle de la Alameda en la galería Esquina. Para ello ha reunido "todas las ganas del mundo" y una inversión inicial de más de 200.000 euros de los que asume no obtendrá "un retorno inmediato". Una galería se lleva en torno al 50% de la venta de una obra (menos si el artista está consagrado) pero antes de ese "milagro", que es como la mayoría de los profesionales se refieren a la venta, el galerista lo pone todo. Ficha al artista, produce la exposición, publica el catálogo y paga los gastos del local durante el tiempo que dure la exposición (unos dos meses). Y, al final, puede que no venda un rosco.
"Esto no se hace por dinero, una galería es un proyecto intelectual", dice Norberto Dotor, de Fúcares. "Económicamente, sobrevives, pero es impagable estar en contacto con los artistas con los que compartes inquietudes; estar cerca del arte fresquito".
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