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Al 'cole' sin que suene el despertador

Dos de la tarde. El primer día del curso ha terminado. Las puertas del Colegio de Infantil y Primaria García de Lorca, uno de los más veteranos de Málaga con más de 30 años en servicio, se abren. Muchos padres se agolpan en el patio. Se nota que es el primer día. Pronto la estampa variará y el número de padres expectantes decaerá. Serán los abuelos los que tomen el relevo para llevar y recoger a los nietos.

Pero ayer era el primer día y ningún padre quería faltar. Luz Ferreira y Ana Belén Gadella aparecen juntas en el patio. Tienen ocho años y este curso han comenzado 3º de Primaria. Tras todo el verano separadas tienen mucho que contarse y el recreo del primer día no da para mucho. Por eso, sus padres las dejan hablar mientras ellos intercambian impresiones. Para Antonio Ferreira y su mujer Luz el comienzo de las clases ha supuesto un alivio. Para ellos y para la niña, a la que, aseguran, "el verano, al final, ya se le ha hecho largo". Tanto, que la víspera Luz apenas durmió. "Se acostó tarde, nerviosa, y se ha levantado sin que hiciese falta casi ni el despertador", cuenta entre risas su madre.

Ambos aseguraban estar muy contentos con el colegio, "donde se implican tanto padres como profesores". De los 620 alumnos del García Lorca, unos 85 pisaban ayer por primera vez sus aulas. "No hemos tenido ninguna incidencia reseñable", comentaba más tranquila que a primeras horas de la mañana la directora del centro, Encarnación Álvarez. "Somos un colegio veterano, con una plantilla sólida [43 profesores] y ofrecemos numerosos programas para facilitar las cosas a padres y alumnos". El García Lorca es uno de los pioneros en Málaga en la atención de niños con discapacidad y cuenta con un 15% de alumnado inmigrante.

Un poco más allá de donde los padres de Luz departían con otros padres, Margarita se llevaba la primera regañina del curso. Había perdido el estuche nuevo y su madre le reprochaba su mala cabeza. La niña aseguraba que lo guardó en la maleta, pero ésta iba tan cargada que el lapicero no aparecía. Al final apareció, pero la regañina siguió. Su madre le advertía de que así no puede pasar todo el curso.

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