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Reportaje:56º Festival de Cine de San Sebastián

A la caza de joyas del celuloide

Todos los años, un comité de ocho personas selecciona las películas que se verán en el Zinemaldia - Uno de sus miembros revela su forma de trabajar

Hace unos años, el director de uno de los más importantes festivales de cine europeos enumeró cuáles eran las condiciones que debía cumplir un miembro del comité de selección de uno de ellos: no pueden beber, no pueden fumar, tienen que dormir bien el día anterior y no tener preocupaciones personales. "Sinceramente, si aplicáramos estos criterios, nadie podría serlo", replica José Ángel Herrero Velarde, coordinador de la sección de directores noveles y miembro del comité de selección que cada año elige las películas que se proyectarán en el Zinemaldia.

El comité donostiarra carece de reglas tan rígidas. Sus ocho miembros, todos ellos vinculados de alguna manera al mundo cinematográfico, se llevan estupendamente, según cuenta. No es ningún drama si alguien cierra los ojos unos segundos después de la enésima sesión. Resulta hasta humano. Entre ellos rige algo parecido a una democracia salpicada de acalorados debates. Muchos se conocen desde hace varios años y anticipan los gustos de cada uno. "En cuanto terminan algunas películas, ya sabes que fulanito va a salir echando chispas", dice.

"Todos los festivales codiciamos las buenas películas. Se hace a cara de perro"
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Tras las huellas del viejo esplendor

El ritual del comité de sabios comienza a principios de cada mes de noviembre, cuando se reúnen por primera vez para diseñar el esquema de la siguiente edición y elegir el tema o el protagonista de las retrospectivas que se proyectarán. Después de una pausa, que incluye visitas a los demás certámenes importantes, en marzo comienza oficialmente la selección de filmes. En la práctica, sus miembros se pasan todo el año viendo películas y persiguiendo aquellas joyas que codician todos los festivales. Una película sólo puede competir en San Sebastián, al igual que en las otras muestras de primer nivel, si no ha participado en ningún otro certamen y si no ha sido estrenada fuera de su país.

"La competición va aumentando. Somos muchos festivales y todos codiciamos las buenas películas. Se hace a cara de perro. El que logra seducir al autor, gana". Herrero recuerda con cariño cómo consiguieron hacerse con Las tortugas también vuelan: "La vimos en París. Fue verla y salir todos entusiasmados. Había que pelearla a toda costa. El distribuidor era francés y el director, Bahman Ghobadi, tenía una invitación para proyectarla en Venecia en una muestra paralela. Le convencimos de que optara por nuestra Sección Oficial y terminó ganando la Concha de Oro en 2004".

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Herrero relata también cómo se recurría a la picaresca en el franquismo para eludir la censura con los filmes más polémicos: "Cuando se sabía que uno iba a dar problemas, invitábamos al censor a cenar". En lo que cabe, la selección del Festival era un pequeño oasis que escapó a los tijeretazos del régimen. No eran pocos los espectadores que se acercaban con la esperanza de ver cosas distintas: "Una vez estrenamos una película sueca, Hugo y Josefina. El título prometía mucho. La gente se decepcionó cuando vieron que iba de dos chavalines y no había desnudos".

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