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Reportaje:

Un hombre feliz regresa a casa

El bailaor Farruquito reaparece en Sevilla en la XV Bienal de Flamenco

Para volver a casa, a Sevilla, Farruquito eligió un formato de espectáculo en el que baila solo, prescindiendo del habitual acompañamiento de la familia. Pero el bailaor no estuvo solo de ninguna de las formas. Ni por dentro, en el escenario, ni por fuera, con un público que, aunque algo distante, no cesó de transmitirle su apoyo.

El Auditorio Rocío Jurado, junto al Guadalquivir, es un espacio enorme, no precisamente el idóneo para medir la temperatura de la acogida que le iba a dispensar su público. En términos numéricos, se podría decir que no cubrió el aforo al completo, pero le faltó poco. Cerca de tres mil personas esperaron media hora larga de retraso antes que el espectáculo comenzara. Un poco más para volver a ver al artista sobre las tablas. Durante ese tiempo, algún impaciente silbido y un aislado "¡viva Farruquito!" que nadie refrendó.

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En el momento de su aparición, eso sí, un cerradísimo pero no muy prolongado aplauso. El mismo que se repetiría en cada una de sus apariciones. Porque la normalidad fue la tónica dominante en el regreso y en la acogida. La gente iba a verlo bailar, lejos de cualquier morbo que se pudiera imaginar.

Y Farruquito bailó, centrado en lo suyo y, sobre todo, feliz. Las grandes pantallas proyectaban la imagen de un hombre dichoso, encantado de volver a hacer lo que más le gusta. Suelto, brioso, contenido y, siempre, transmitiendo. Bailando así, solo, se aprecia más la templanza que en otras ocasiones se pudo echar en falta. Muy bien arropado por un nutrido y excelente atrás en el cante y el toque, el espectáculo ofreció, además, las nuevas texturas del piano y el violín. Todo dentro de un formato espectacular que, sin embargo, hizo de vez en cuando aguas en el sonido. Y, como invitado especial, el amigo, el patriarca que le defendió y arropó en los momentos difíciles. Manuel Molina, ejerciendo de escritor, de narrador, de juglar que narra la historia del artista y su familia.

Nadie está en la mente del bailaor para conocer las razones de la elección de este formato en solitario con el que ha reaparecido. Se podría entender como una consecuencia lógica del tiempo que ha estado obligadamente fuera del circuito, pero es probable que haya algo más. Porque un artista, siempre que afronta un baile solo, se enfrenta de alguna manera a sí mismo, y bien se podría entender que esa ha sido la forma de mostrarse ante su público. De decir aquí estoy, éstos son mis argumentos y mi verdad.

Hablar de una nueva etapa en la carrera del bailaor parece obligado por las circunstancias que le preceden. Desde un punto de vista exclusivamente artístico, esa impresión se confirma. Un tiempo nuevo, pero sin dejar de ser fiel a su raíz y tradición.

Un instante de la actuación de Farruquito en el Auditorio Rocío Jurado de Sevilla, anoche.
Un instante de la actuación de Farruquito en el Auditorio Rocío Jurado de Sevilla, anoche.JAVIER BARBANCHO

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