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DESDE MI SILLÍN | VUELTA 2008 | 11ª etapa
Columna
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En positivo

Anteayer, aproveché el traslado entre Zaragoza y Logroño para escribir mi columna. Iba sentado en el autobús tecleando el ordenador mientras mis compañeros se entretenían viendo una película. Flecha, sentado justo detrás de mí, no pudo evitar echar un vistazo a lo que escribía.

"A ver si te sale un artículo más positivo", me dijo ayer durante la etapa, "que los últimos días sólo hablas de miserias". "Es lo que hay", le dije; "¿qué es lo que voy a contar después de una jornada en la que lo único que vives son penurias?". Claro, Flecha iba en la escapada ese día y bastante tenía con lo suyo, pero no sabe la guerra que tuvimos por detrás. Te la pueden contar, es cierto, pero no hay nada como vivirla.

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El caso es que le dije que era fácil ser más positivo. "Hoy lo seré", le dije; "es tan sencillo como que Óscar gane la etapa". Y eso fue lo que pasó. Así que hoy ni lloro ni me duele nada. Hemos ganado y, cuando ponga el último punto a este artículo, bajaré a cenar y a celebrar la victoria con mis compañeros.

Una victoria por la que trabajamos duro también el día anterior, pero no tuvimos la suerte de nuestro lado. A veces, pasa: trabajas y no obtienes ningún resultado. Pero lo importante es no perder la confianza. Si un día no sale, ya saldrá otro.

Así que ayer salimos convencidos de nuevo a pesar de que Óscar no pudo ganar en Zaragoza. Allí tuvo fuerzas, pero no encontró el hueco bueno. Ya durante la etapa, nos dijo que se encontraba muy bien, que se veía más recuperado que en los días previos y que tenía buenas vibraciones. Nuestros compañeros se pusieron a tirar para anular la escapada del día y esta vez otros equipos, aparte el del líder, colaboraron con nosotros. Eso era bueno, pero también significaba que muchos se iban a implicar en el sprint. Menos mal que la llegada era limpia y sólo había una curva en los últimos cinco kilómetros.

Una, pero menuda curva. Después de que Flecha gastase su bala, me quedé yo con Óscar peleando con Zabel la rueda de Boonen. Y, en cuanto vi a lo lejos la curva, me lancé a por ella por el exterior en una temeraria maniobra en la que estuve a punto de caerme. Corrí el riesgo de resbalar, pero evité que nos quedásemos encerrados, que era de lo que se trataba. Y de ahí en adelante, como dije ayer, que sea Óscar el que lo cuente. Él lo sabe, que él fue el que ganó, pero no fue el único que levantó los brazos. Mis compañeros y yo también lo hicimos.

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