Una solución para el Sáhara
"Ya es hora de que el conflicto [del Sáhara Occidental] sea resuelto", exclamó ayer en Rabat la secretaria de Estado Condoleezza Rice. "Habrá una nueva serie de negociaciones, las vamos a apoyar; hay buenas ideas encima de la mesa y existen los medios de tirar para adelante".
Las palabras que la jefa de la diplomacia estadounidense pronunció en la última etapa de su gira por el Magreb son un brindis al sol. No se sabe cuándo habrá una nueva negociación sobre la antigua colonia española y lo más probable es que, cuando ésta se inicie, Rice esté ya en funciones o incluso haya dejado el cargo.
Tras una cuarta ronda negociadora, celebrada en Manhasset (Nueva York), en marzo, Marruecos y el Frente Polisario apalabraron volver a reunirse en otoño, pero sin precisar la fecha. Las conversaciones entre ambos adversarios eran presididas por el enviado personal para el Sáhara del secretario general de la ONU, Peter van Walsum. Ban Ki-moon decidió prescindir de él y apenas ha iniciado los contactos para sustituirle. Hasta que no lo haga, no se reanudará la negociación, que, hasta la fecha, no ha dado ningún resultado.
Las palabras de Rice confirman, no obstante, la inclinación de la Administración de George Bush por Marruecos. Cuando se refirió a las "buenas ideas" puestas encima de la mesa, aludía a la autonomía que Marruecos ofrece al territorio y que el Polisario rechaza. Es poco probable que si el demócrata Barack Obama gana las presidenciales, Estados Unidos se mantenga en esta línea promarroquí.
Más allá del contencioso sahariano, lo que de verdad preocupa a Washington son las malas relaciones entre Rabat y Argel, cuya inmensa frontera permanece cerrada desde hace 14 años. Es un factor de inestabilidad en la región. "Es extraordinariamente importante que Marruecos y Argelia tengan buenas relaciones", recalcó ayer Rice.
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