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Batalla por el último cámping

El cierre del Estrella del Mar enfrenta a propietarios y campistas

Las vacaciones eran apacibles en el cámping Estrella del Mar desde su apertura a principios de la década de 1960 hasta este verano. En 1986, la marcha de los gestores llevó a 162 inquilinos a comprar los terrenos del cámping, el único en Castelldefels (Baix Llobregat) y el penúltimo en la zona tras el cierre de La Ballena Alegre.

La Generalitat exige que los módulos ocupen sólo el 30% de la instalación

Crearon una empresa -Caesmar, SA- y se adjudicaron la propiedad de un módulo prefabricado por accionista. Los demás campistas continuaron pagando el alquiler anual de sus parcelas, que en la última temporada ascendió a 3.000 euros. Tras 22 años de irregularidades, una orden de cierre cursada en 2007 por la Generalitat ha enfrentado a campistas y propietarios este verano.

En la práctica, durante la gestión de Caesmar, el cámping se convirtió en una urbanización. Las familias, muchas de ellas con años en el Estrella del Mar, mejoraron sus parcelas: instalaron cocinas, suelos pavimentados, aparatos de aire acondicionado y demás comodidades. Los gestores permitían esta situación cobrando de forma irregular un extra por el agua y electricidad. Con estas irregularidades, el cámping fue sobreviviendo a base de pagar multas y esconder los problemas. "Había algo extraño en la gestión, pero aguantamos porque nos gusta el ambiente: la mayoría hemos pasado media vida aquí", esgrime David Durá, miembro de la Asociación de Campistas Estrella del Mar, plataforma creada por los inquilinos.

La llegada de una nueva dirección, en noviembre de 2007, sacó a la luz todos los problemas. "Quisimos poner fin a la situación, pero llegamos tarde: la Generalitat nos ordenó el cierre para julio, aunque conseguimos prorrogarlo hasta el final de la temporada", explica Maravillas de Moya, presidenta de la junta de accionistas de Caesmar. La versión de los campistas, que temen quedarse sin su lugar de vacaciones, es diferente: "Nos olíamos algo, pero no sabíamos nada. Nos engañaron sistemáticamente hasta llegar a la situación actual", responde Tensi Almarada.

La tensión desembocó en la movilización de los campistas. Desde el 31 de agosto, día en que finalizaron sus contratos, continúan en sus parcelas. Tras una tensa reunión con la dirección, en la que mediaron los Mossos d'Esquadra, los propietarios del Estrella del Mar accedieron a no cortar los suministros hasta el inicio del curso escolar, para que los inquilinos pudieran desmontar sus pertenencias.

Pese al acuerdo, la tensión crece, puesto que el problema de fondo persiste: la cantidad de módulos prefabricados de los que debe disponer el cámping para poder reabrir cumpliendo la norma. La Generalitat exige que los módulos prefabricados ocupen, como máximo, el 30% de las parcelas. Las 240 instalaciones asentadas en las 520 divisiones del Estrella del Mar superan con creces este porcentaje.

Para subsanar la situación y poder reabrir el cámping, la dirección plantea el derribo de todos los módulos excepto los 162 que ocupan los accionistas. Los 80 campistas que disponen de uno lo perderían, y por ello han propuesto varias soluciones: la última, reducir el tamaño de las parcelas y prescindir de 40 módulos. "Estamos abiertos a la negociación", esgrime Jesús Mas.

Las conversaciones se encuentran en punto muerto y el conflicto se intensifica entre acusaciones y amenazas. Y 40 familias permanecen todavía en el cámping a la espera de que los desalojen, mientras que la dirección espera la orden efectiva de cierre para lograr echar a los inquilinos. Fuentes de la Generalitat explicaron que ésta se producirá en los próximos días, cuando un inspector de Turismo verifique la situación del cámping.

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