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Reportaje:

Un olímpico de 83 años

Alejandro Febrero nadó en Londres en 1948 y aún mantiene su entrenamiento

"En el 48 vi por vez primera la televisión en los Juegos de Londres, cuando no la había ni en España". Son las palabras de Alejandro Febrero, un histórico nadador vigués de 83 años, que hace sesenta tuvo el honor de participar en los Juegos Olímpicos de 1948, celebrados en Londres. Desde su casa de verano en Donón, en Cangas do Morrazo, Alejandro Febrero ha seguido con interés los Juegos de Pekín.

"Nadaba en una charca que era un abrevadero del ganado"
"La del Campeonato de España era la única piscina en la que había nadado"

"Cuando llegamos a Londres todo nos parecía asombroso y estábamos alucinados, aunque éramos conscientes que aquellos eran unos juegos especiales y muy austeros", rememora Febrero. Los Juegos de Londres 48 fueron un evento especial, porque suponían la reanudación de la competición olímpica tras la Segunda Guerra Mundial. "Había muchos edificios dañados por las bombas, solares vallados y hasta manzanas enteras derribadas", recuerda este histórico deportista, que junto a sus compañeros dormía en "los barracones utilizados por las fuerzas aliadas". "Aunque no cobrábamos un duro, en Londres nos dieron 20 libras de dietas, que a mi me parecían un dineral". "Fuimos a los almacenes Harrods y me gasté todo allí, en un bote salvavidas y una tienda de campaña, que eran excedentes de guerra", recuerda con enorme lucidez.

Alejandro Febrero accedió a los Juegos después de ganar el subcampeonato de España en 400 y 1.500 metros en Canarias en 1947, cuando el barco tardaba una semana en llegar a las islas y había que soportar "un nauseabundo olor a gasoil".

Nacido en Madrid, pero formado como nadador en Vigo, Febrero vivió con su familia las penurias propias de la época. Hijo de un ferroviario socialista suspendido de empleo y sueldo por participar en 1934 en una huelga, su padre fue "aconsejado" para que pidiese un cambio de destino. La familia se mudó a La Fuente de San Esteban, un pequeño pueblo de Salamanca. Lejos del mar y con el río más cercano a 10 kilómetros, las condiciones de entrenamiento eran penosas: "Nadaba en una charca que era un abrevadero del ganado, con la mala suerte de que tragué agua y me provocó una infección en un pulmón, que tuve paralizado durante un mes". Era una época en la que los bañadores eran de cuerpo entero. "En Londres ya nadamos con slip". "Nos hicieron una foto para Marca, pero después la pintaron por encima como si llevásemos bañador de cuerpo entero". "Había un pudor excesivo", recuerda con gracia este octogenario de excelente memoria.

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Alejandro Febrero comenzó a entrenarse en una playa que hoy es un relleno, muy cerca de una desembocadura del alcantarillado de Vigo, porque en esa época la única piscina que había en Galicia era la de la Solana en A Coruña. "Cuando fui al Campeonato de España era la única piscina en la que había nadado". "Yo me entrenaba en el mar, poniendo bateas cada 33 metros, y así calculábamos unos 100 metros en tres largos". "El problema es que en el mar el agua estaba helada, igual a 12 o 14 grados, y sólo entrenábamos los meses de verano y el resto del año invernábamos", explica este nadador que, pese a sus 83 años, no ha perdido el saludable hábito de nadar". "Muy cerca de donde dio sus primeras brazadas está hoy la piscina del Náutico de Vigo, sociedad a la que perteneció después de fusionarse con el Marítimo, su club de origen. Allí sigue nadando puntualmente varios días a la semana.

"Cuando estoy en forma nado hasta 1.500 metros tres o cuatro veces a la semana", declara este eterno deportista, al que le gusta contar por qué se dedicó a la natación. "Es que mi padre me llevó a ver una película de Tarzán, y me impactó Johnny Weissmuller". "Siempre traté de imitarle y nadar como él", confiesa. La pantalla grande le dio a conocer a Weissmuller en los treinta, la pequeña le mostró los primeros Juegos televisados, donde descubrió a Emil Zátopek, la locomotora humana, y en Pekín ha seguido a diario al nadador Michael Phelps. ¿Y qué le parece? "Es un fenómeno, sólo que en el 48 no podría ganar ocho medallas, porque no había tantas pruebas".

Alejandro Febrero en la piscina de su casa de verano en Cangas do Morrazo.
Alejandro Febrero en la piscina de su casa de verano en Cangas do Morrazo.LALO R. VILLAR

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