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PEKÍN 2008 | Balonmano

"Mi gran capitán"

Varios chinos vestidos de azul perseguían a un señor calvo vestido de rojo con una pelota en las manos. La escena parecía sacada de una película de cine mudo, pero era Pekín. España acababa de ganar el bronce y el señor calvo era el delegado español. La pelota era la última que tocó Barrufet como capitán de la selección. Antes, en el palco, Iñaki Urdangarín, había señalado a Hombrados que era hora de dejar paso en los últimos minutos a Barrufet. "No hacía falta. Todo el banquillo me pedía el cambio hacía rato y pensaba hacerlo", explicó Pastor, el seleccionador.

Salió David Barrufet y con la pelota en sus manos se terminó el partido. Entonces el equipo se fue a por Barru, se hizo una piña de la que sobresalía un brazo del meta con el balón y lo mantearon. "No estaba preparado, pero es nuestro capitán y se ha comido mucha mierda", reconoció Iker Romero. "A veces a los deportistas deberíamos juzgarlos también por lo que hacen fuera del campo. Y Barrufet es irrepetible, el número uno, mi gran capitán", explicó Iker. "Nos han caído muchos palos, y los que me tocan a mí eran justos, pero otros... Me gusta que digan que somos unos negados, que no sabemos jugar porque resulta que somos bronce", añadió.

"Nos han dado tanta cera que he tenido ganas de irme a casa", reconoció Hombrados, que ayer detuvo 17 lanzamientos. "Es el mejor homenaje que le podía hacer a Barru, pero sobre todo es la respuesta del equipo a otro momento difícil. Siempre hemos respondido a las exigencias", comentó el portero titular, recordando el Mundial, el subcampeonato de Europa y el bronce olímpico en los últimos cuatro años.

Hombrados se abrazó emocionado al final del partido con Barrufet. "Somos muy amigos porque hemos compartido la portería de España muchos años. Un trozo era mío, el otro suyo, y ahora se la queda él", explicó Barrufet, a quien un chino de la organización persiguió por el campo insistiendo en que entregara el balón. "Lo quería de recuerdo y se lo di al delegado, a Félix Brocate". El delegado se fajó para conservar el balón. También fue perseguido y, pese a la amenaza de retirarle la acreditación, la pelota quedó a buen recaudo. "Es maño, sabía que no se lo quitarían", dijo el capitán, emocionado aún: "He tratado de contenerme, pero son muchas emociones las que llevan pasándome por la cabeza. Me acuerdo de mucha gente y de muchas cosas, pero trato de ser lo más digno posible. Hacía tres años que no jugábamos a este nivel. Sabíamos que era nuestra única oportunidad, que no volveríamos a estar juntos, y que no nos lo perdonaríamos jamás. Y fuimos a por la medalla".

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