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Reportaje:literatura

Los papeles perdidos de Kafka

El futuro de los documentos de Tel Aviv y el misterio en torno a los excéntricos herederos del autor preocupa al Gobierno israelí y a los expertos

El misterio que rodea al destartalado apartamento de Hava Hoffe en Tel Aviv mantiene en vilo a buena parte de la intelectualidad israelí. Nadie sabe exactamente qué manuscritos de Franz Kafka y de su íntimo amigo, el dramaturgo Max Brod, guarda Hoffe en el piso que, con los papeles dentro, heredó el año pasado. Hoffe, como hiciera su madre, se ha negado hasta ahora a desvelar el contenido de la herencia de Brod y a mostrárselo a las autoridades israelíes, muy interesadas en que la obra del gran autor judío no salga del país. Correspondencia de los dos amigos, fragmentos del diario personal del autor de La metamorfosis o, incluso, alguna obra inacabada podrían estar entre los papeles que custodia Hoffe, según los expertos.

El autor pidió a su amigo Max Brod que quemara todos sus escritos
Esther Hoffe vendió por medio mundo al mejor postor el legado del literato
"Aquello fue un crimen literario", dice el profesor de Mark Gelber
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Gracias a Brod y a la traición a su gran amigo, el mundo conoce las obras de Kafka. Al escritor, que nació en Praga en 1883 y murió joven de tuberculosis, nunca le interesó dejar constancia de su existencia. Ni siquiera fue partidario de dar a conocer su trabajo porque no le convencía ni le parecía digno de ser publicado. Por eso le pidió a su amigo Brod antes de morir que quemara sus escritos, que los hiciera desaparecer. Convencido de la genialidad de Kafka, Brod traicionó a su amigo y peleó en Praga y más tarde en Tel Aviv por encontrar editores que quisieran publicar la obra. Parte de los manuscritos terminaron por viajar a Israel en 1939, junto al ensayista, poeta y crítico literario Brod, que salió de Praga huyendo de los nazis y se instaló en Tel Aviv.

Antes de morir Brod, en 1968, decidió dejar los papeles de Kafka en herencia a su secretaria y compañera, Esther Hoffe. Esta mujer, amante de los gatos y que llevó una vida solitaria, se encargó de vender por medio mundo el legado de Kafka al mejor postor. Al morir Esther el año pasado, sus hijas heredaron el apartamento, supuestamente con las cartas, escritos y dibujos en su interior.

Lejos de haber arrojado luz sobre qué queda en ese apartamento, su hija, Hava Hoffe, de 74 años, protege los papeles como si de los secretos de la virgen de Fátima se tratara. No quiere hablar con nadie y no responde a los requerimientos de las autoridades israelíes, que amenazan, pero saben que tienen escaso margen de maniobra. Según la ley israelí, cuando un material resulte de especial importancia para el país o la comunidad judía, el Estado tiene derecho a pedir que se fotografíe antes de salir del país, pero eso es todo. "Yo no puedo mandar a la policía", dice Yehoshua Freundlich, jefe del archivo estatal, donde se guardan todos los documentos relevantes para el país, desde los acuerdos de paz, hasta las obras literarias. "Si Hoffe coge mañana un avión y se lleva los documentos, yo no puedo detenerla", dice este hombre, que ha tratado sin éxito de ponerse en contacto con Hava y con su hermana. Él tampoco sabe exactamente qué papeles hay en el apartamento de Tel Aviv.

La muestra de amor de Brod a su secretaria todavía consigue enfadar a Mark Gelber, profesor de Literatura en la Universidad de Ben Gurion. Gelber cuenta cómo le tocó lidiar con Esther Hoffe para convencerla de que donara el material a los archivos estatales o, al menos, que le dejara ver qué había allí dentro. "Era una persona muy difícil. Se negó a colaborar en todo momento y vendió la colección pieza a pieza. Aquello fue un crimen literario. Ahora no sabemos qué queda ahí; no sabemos siquiera si las hermanas Hoffe han conseguido sacarlo ilegalmente del país. No pueden llevarse algo tan importante para Israel: ¡es como llevarse una pieza arqueológica!".

La importancia de Kafka para la comunidad judía y el papel que el judaísmo jugó en la vida del escritor es aún hoy objeto de debate entre los expertos. "Para Israel es muy importante recuperar nuestro pasado; recuperar papeles como los de Kafka", dice Jacob Hessing, profesor de literatura alemana de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Hessing, a diferencia de otros estudiosos, está convencido de que el judaísmo y el sionismo fueron elementos centrales en la vida de Kafka. Explica que a pesar de que en su obra no hace referencia a estos temas, en sus diarios y su correspondencia están muy presentes: "Muchos de sus amigos eran sionistas. Muy probablemente él hubiera emigrado a Israel, como hizo Brod cuando llegaron los nazis a Praga. ¿Dónde habría ido si no?", se pregunta Hessing.

Ofer Aderet es el periodista del diario israelí Haaretz que, a principios de verano, destapó la historia al dar con la identidad y la dirección de Hava Hoffe. Estudioso de la obra de Kafka, Aderet opina que los manuscritos "deben quedarse en Israel y no viajar a Alemania, donde está su gran archivo, por razones morales". Sostiene que Kafka, muerto a los 42 años antes de empezar la guerra, podría haber corrido la misma suerte que sus familiares, que acabaron en un campo de exterminio nazi.

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