De la crispación al crespado
Cuando Gila decía eso de "me habéis matado al hijo, pero lo que me he reído" -posiblemente, una de las líneas más salvajes en la historia de la comedia-, estaba tanteando uno de los problemas esenciales del género: los límites del humor. En otras palabras, ¿es lícito reírse de todo? O, ¿bajo qué circunstancias puede la comedia colocarse más allá del bien y del mal? Algunas semanas después de que Dos colgaos muy fumaos: fuga de Guantánamo demostrase que la comedia porreta de colegas es el registro más inapropiado para meterse en según qué berenjenales, Zohan, licencia para peinar propone usar el conflicto palestino-israelí como marco para una comedia grosera, lúbrica y ocasionalmente escatológica. Y, contra todo pronóstico, cae de pie. El secreto del éxito es difícil de determinar: este crítico apuesta por el desarmante y casi angélico candor con que los cómicos -verdaderos autores de la proeza frente a un Dennis Dugan que trata la puesta en escena como un contenedor- manejan el explosivo material que tienen entre manos.
ZOHAN, LICENCIA PARA PEINAR
Dirección: Dennis Dugan.
Intérpretes: Adam Sandler, Rob Schneider, John Turturro.
Género: comedia. EE UU, 2008.
Duración: 113 minutos.
En Zohan, licencia para peinar se dan cita momentos de humor idiota perfectamente modulado -las casi obscenas sesiones de peluquería del protagonista- con cargas de profundidad dignas del más afilado humor político: en este sentido, la secuencia en la que unos aspirantes a terroristas palestinos lidian con las cintas pregrabadas del Centro de Atención al Cliente de Hezbolá roza lo magistral.
Alentado por un Judd Apatow empeñado en que los cómicos controlen y escriban su propio material, Sandler logra con Zohan reformular su personalidad cómica, al tiempo que maneja prejuicios y arquetipos culturales como quien atraviesa un volcán en erupción enfundado en traje de amianto. Quizás este crítico se lleve a engaño pero, entre el repertorio de adjetivos que podrían usarse para definir el modelo de humor empleado aquí por Sandler, no parece que el de ofensivo (o agresivo) sea el más apropiado.
Sería mucho pedir que Zohan, licencia para peinar fuera irreprochable en todo momento -por lo menos, es divertida y eficaz hasta el final-. Su resolución se desliza hacia lo sonrojante con la misma naturalidad con que sus personajes emplean el humus incluso para su higiene dental.
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