Abuelos al rescate
Las certezas no se prodigan y, entre las que siguen en pie año tras año, época tras época, está el papel de los abuelos hacia los nietos. Cuando el Estado de bienestar era tan sólo una aspiración, ahí estaban los abuelos para acudir en ayuda de la crianza de los hijos de sus hijos. Pero ahora que el Estado de bienestar es una realidad, también los abuelos están ahí, en el mismo papel de siempre: entre el 60% y el 70% de los más de 14.000 niños que en España se encuentran en acogida familiar está con los padres de sus padres, en especial con los de la rama materna. Según estudios realizados en el Reino Unido, la acogida por parte de los abuelos es, aparte de la solución más sencilla, la que mejores condiciones ofrece para el desarrollo de los menores privados por distintas razones de la protección de sus padres, sea temporal o definitivamente. Es más, uno de los problemas que suele presentar la acogida por parte de los abuelos es, precisamente, que los niños no quieren regresar cuando sus padres están de nuevo en condiciones de recibirlos ni, por su parte, los propios padres tienen demasiada urgencia por recuperar el cuidado de los niños mientras estén con sus abuelos. A simple vista, una situación en la que confían todos.
Pero los años pasan de manera inexorable, y los niños que acogieron los abuelos se convierten en adolescentes. No se trata sólo de que, muchas veces, las criaturas desvalidas que entraron en un hogar acaban siendo radicalmente distintas al convertirse en pletóricos quinceañeros que exigen salir de madrugada; es que son dos mundos diferentes y cada vez más alejados, el de los ancianos que van cerrándose poco a poco a la novedad y el de la novedad o, mejor, el del espejismo de la novedad, al que los jóvenes de todos los tiempos han adorado, creyendo que la ocasión en la que ellos lo hacían era la mejor y la más justificada.
Aun así, las encuestas suelen mostrar el alto aprecio de los nietos hacia sus abuelos. Quizá unos expían con otros los sentimientos de culpa: los abuelos, por la poca atención que pudieron prestar a sus propios hijos, y los nietos, por los sentimientos que no saben mostrar a sus padres. Las certezas no se prodigan, pero ésta, en cambio, lleva trazas de ser inamovible.
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