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Catástrofe aérea en Madrid | El calvario de las familias

Los forenses identifican a 41 de los 153 cadáveres

El recinto ferial de Madrid (Ifema) era ayer un ir y venir de familiares, amigos de las víctimas, autoridades, psicólogos, asistentes sanitarios que esperaban saber la identidad de los 153 cadáveres. Ayer, los médicos forenses habían identificado 41 cuerpos; a 80 será necesario hacerles pruebas de ADN y a 32 se les examinarán las huellas dactilares.

Los restos de los fallecidos sin identificar se fueron trasladando ayer al cementerio de La Almudena para la realización de la prueba de ADN. Poco a poco llegaban a la necrópolis los coches fúnebres donde viajaban los cuerpos. Dos horas antes la Cruz Roja había montado junto al depósito de cadáveres una carpa para atender emergencias. Fueron pocos los allegados a las víctimas sin identificar que se acercaron al cementerio. Los resultados de las pruebas se sabrán en 40 ó 48 horas, según explicó el consejero de Presidencia, Justicia e Interior de Madrid, Francisco Granados.

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La mayoría de las familias de los fallecidos permanecían a la espera en tres salas de Ifema. Estaban ordenados por las letras de sus apellidos, en un ambiente de tensión e incredulidad, según varios de los psicólogos que estuvieron atendiéndolos. "Es normal que al principio no lo acepten; es la primera fase, la de negación, todavía no te crees que te haya pasado a ti", explica Juan María Urruzuno, uno de los 50 asistentes psicológicos de la Cruz Roja que estaban ayer en Ifema.

Tres fases de dolor

Esta primera fase ya estaba ayer acabando en algunas de las familias. "Quienes ya tienen identificado el cuerpo de su ser querido comienzan a aceptarlo. Los que no tienen localizado el cadáver saben que han perdido a alguien, pero tardan más en asimilarlo", explica el psicólogo.

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La segunda fase, de reacción, en la que ya estaban sumidos muchos familiares sucede cuando asumen la muerte. Es lo que ya empezaba a ocurrirles ayer a muchas personas que entraban y salían llorosas de Ifema.

"El trauma es como el de cualquiera que pierde a alguien, ellos no lo ven tanto como una tragedia colectiva, es como si se te muere algún familiar en un accidente de tráfico", dice Mikel Lizarralde, otro de los psicólogos de la Cruz Roja que ya está curtido en tragedias como la del 11-M. Estos familiares tuvieron la suerte de estar atendidos en todo momento. "Intentamos conocerlos, escucharlos y darles todo lo que necesitan, desde conversación, hasta un vaso de agua. Les recordamos que tienen que comer, dormir", cuenta Lizarralde. A la vuelta de unos días les esperará la tercera fase, "el clásico luto, que dura semanas, meses o años".

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