¿Chistes sobre Oriente Próximo?
Hollywood rompe sus tabúes al tratar en clave chusca el orden mundial posterior al 11-S
Zohan, licencia para peinar, la última de Adam Sandler -de profesión, cómico de brocha gorda-, es un buen ejemplo de los nuevos caminos que está tomando la industria. Esta superproducción cuyo estreno está previsto para mañana ya lleva recaudados 68 millones de euros en Estados Unidos. Con ella, no hay lugar al equívoco; ni los malos son demonios, ni los buenos, santurrones.
El personaje protagonista es un agente israelí del Mosad (Sandler) capaz de hacer las mismas tonterías que su principal enemigo, El Fantasma, un terrorista palestino encarnado por John Turturro. Harto de atraparle para que después su Gobierno lo intercambie por soldados israelíes, Zohan finge su propia muerte para poder dedicarse al sueño de su vida, la peluquería, en una sucesión de chistes que algunos encontrarán divertidos y otros... simplemente bobos. Aunque eso sí, todos ellos bien documentados.
'Zohan' es la historia de un agente del Mossad que se mete a peluquero
"Pensaba que en el Islam iba a encontrar hostilidad", explica Morgan Spurlock
Al margen de la calidad del humor, la cinta se atreve a parodiar e incluso a criticar el interminable enfrentamiento entre israelíes y palestinos, algo impensable hace una década. Sandler retrata también al estadounidense medio, cuya ignorancia hace llamar despectivamente a todos los que vienen de Oriente Próximo Osama o Mustafá.
El filme ya ha sido prohibido en Egipto, Líbano y Emiratos Árabes Unidos. Y Circuit Empire, que distribuye la comedia en Oriente Próximo, prevé que en el resto de países árabes será también censurada.
Dentro de ese mismo género se incluye la nueva aventura de Morgan Spurlock -el tipo que se atiborró de comida del McDonald's en Supersize me-, el documental Where in the world is Osama Bin Laden? Estrenado sin demasiado éxito en el pasado festival de Sundance, la película (llegará en invierno a España) es un cómico despropósito a caballo entre Borat y Fahrenheit 9/11. Spurlock se pasea por Oriente Próximo buscando conocidos de Bin Laden y entrevistando a los locales con el fin oficial de encontrar al terrorista, aunque en el fondo quiere demostrar que no sólo hay árabes fanáticos y favorables a Al Qaeda, sino que también hay gente pacífica y progresista.
Para los europeos no es ninguna novedad, pero para EE UU, donde después del 11-S todo musulmán parece haberse convertido en sospechoso de actividades terroristas, el cine sirve para recordar que el mundo no es sólo blanco o negro. "El islam es muy diverso, cambia según el país que visites. Pensaba que iba a encontrar muchísima hostilidad y resentimiento, y que nadie querría hablar conmigo porque soy estadounidense", recuerda Spurlock. "Sin embargo, la experiencia fue exactamente la contraria. A la gente le gustaba sentarse a hablar conmigo y explicarme sus sentimientos sobre Estados Unidos, que son muy diversos. A nosotros nos enseñan que ellos nos odian, 'ellos', en bloque. Aunque el Gobierno de Bush haya hecho mucho daño, muchos musulmanes aún confían en EE UU".
Otro desafortunado intento de hacer reír con el combinado "terrorismo-contraterrorismo y musulmanes" fue Postal, de Uwe Boll, célebre por haberse ganado el título en Internet de "peor director de la historia". Postal se esfuerza en ofender a todos con bromas pesadas que incluyen desde la amistad del presidente Bush con Bin Laden hasta una discusión de los pilotos que se estrellaron contra las Torres Gemelas sobre cuántas vírgenes les prometió Mahoma (esta secuencia en YouTube se ha convertido en uno de los vídeos más vistos del año).
Aunque la única película del lote con algo de fortuna crítica en EE UU sea Dos colgaos muy fumaos: fuga de Guantánamo, la segunda entrega de una serie protagonizada por un indio y un coreano estadounidenses a los que su pasión por los porros les mete en todo tipo de líos, incluida la cárcel de Estados Unido en la isla cubana. Si en su país fue atacada por la abundancia de humor escatológico, también se alabó su capacidad para criticar los excesos del Gobierno. En España pasó fugazmente.
Esta moda la inauguró en 2004 Team America, con mayor dosis de brutalidad y humor negro. Por algo este filme de marionetas que se enfrentaban a terroristas y al dictador coreano Kim Jong-il la firmaban Trey Parker y Matt Stone, los creadores de South Park.
Claro que si lo que se busca es crítica seria, hay que adentrarse en el mundo del actor-director comprometido, léase Sean Penn o George Clooney. Este último ha dado un paso audaz: ha comprado los derechos para adaptar el libro The challenge, en el que el periodista Jonathan Mahler documenta la lucha del abogado militar Charles Swift por conseguir un juicio justo para Salim Hamdam, el chófer de Bin Laden encarcelado en Guantánamo y que hace una semana fue condenado a cinco años de cárcel. Swift llevó al secretario de Defensa Donald Rumsfeld hasta el Tribunal Supremo, que declaró ilegales los juicios contra los presos de Guantánamo. Por el camino, el letrado perdió su trabajo y su esposa, pero se convirtió en un héroe. Y aunque el objetivo de las críticas sea el Gobierno estadounidense, ¿hay algo que le guste más a Hollywood que un héroe? Probablemente una comedia taquillera.
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