El pez

Dicen que este hombre, Phelps, es el pez del siglo XXII. Nació huyendo de sus padres, hacia la piscina de su casa, se quería perder. Hasta ahora. Sigue teniendo en la cara esa expresión del muchacho que huye; para salvarse tiene que llegar al otro lado. Vencer.

Nada aún como si huyera. ¿El hombre del siglo XXII? Quién sabe qué pasará en el siglo XXII. En 1972 Mark Spitz convirtió su proeza en una profecía: el hombre del siglo XXI será como yo, ya lo verán. Bueno, ya está, este es, y se llama Michael Phelps. Un pez. Siempre por agua. ¿El hombre del futuro será un nadador? ¿Y no podría ser un perdedor el hombre del futuro? Tal como van las cosas, perder es más posible que ganar. Phelps no puede perder, no está en sus genes. ¿Esa es también la marca del hombre del futuro? Mientras él gana, es ley de la vida, otros pierden, en el deporte, en la vida.

Él no lo tiene todo, claro. Un amigo le envió un mensaje, Phelps lo leyó ante las cámaras: "Estoy harto de ver tu fea cara en la televisión todos los días". ¿Y qué importa no ser guapo si ganas? La derrota deja una mueca, se ve en la yudoca que perdió, en la levantadora de pesos que equivocó sus pasos. Se ve el dolor en directo, y duele verlo. Años buscando la perfección y una mota de polvo en un ojo te deja fuera de combate, ya no eres nadie, volver a empezar. O terminar ahí, empezar para perder de nuevo sólo es de héroes, y esta época necesita los héroes ya hechos. Aun así, perder tiene su regusto; lo decía Raymond Chandler y lo decía Juan Carlos Onetti. Un día lo dijo Jorge Oteiza, comiendo crustáceos: "No pienso manchar mi currículo de fracasos con un triunfo de mierda". La medalla sabe a oro; la que dan a los perdedores, si se las dan, debe saber a mierda, es decir, a nada.

Los españoles pierden más de lo que estaba escrito. Escuché en la tele: "Vamos en el puesto 22". Luego el locutor se dio cuenta: "Y no es un buen número". O sea, que vamos perdiendo. Moratinos, cegado por las luces de Pekín, adelantó que nos iríamos de allí con más de veinte medallas, ocho de oro. Claro, va perdiendo. Pierde Moratinos, y pierde el deporte español, aunque ayer remontó un poco el vuelo. Ganar y perder, de eso va esta película. Phelps vio peligrar su éxito rotundo y fabricó un sprint final que hizo peligrar la báscula del campeonato. Saltaron los árbitros reloj en mano: "Ganó, ganó: ahí están sus huellas". Ganó, claro, es un pez. El futuro es de los peces. Huyen mejor.