El día y la noche

La banda sonora de la derrota fue tocada con el ruido de unos gruñidos y el acompañamiento de una raqueta que golpeaba aire y no pelotas. Roger Federer se despidió ayer de los Juegos ante James Blake (6-4, 7-6 ). Fue una capitulación descorazonadora. Hubo un tiempo en el que el suizo convirtió su tenis en la gestión precisa de su inmenso talento. Fue un demonio dominado, un libre albedrío controlado y un hombre decidido a transformar su fuego en escarcha. Hoy ese tenista ha desaparecido. Saca mal (sólo un 55% de primeros servicios), ataca peor (56 errores no forzados) y acaba rendido por su propia pasión (dos puntos en la muerte súbita). Por eso compite entre aspavientos -"¡aaaayy!"-. Por eso agita su raqueta contra el viento. Y por eso cuando los acordes de un rock chino sonaron por los altavoces, Blake bailó sobre su cadáver. La danza deja a Rafael Nadal, que barrió al austriaco Juergen Melzer (6-0 y 6-4), jugándose hoy una medalla contra el serbio Novak Djokovic, vencedor del francés Gael Monfil en tres mangas (4-6, 6-1 y 6-4) después de dos horas y media de partido. Es el resumen del momento cruzado de los dos mejores del mundo. Nadal sube y Federer baja. Son el día y la noche.

El español y Djokovic, 'número tres' del mundo, disputarán hoy una final anticipada

El suizo sólo ha ganado cuatro de los siete partidos jugados desde Wimbledon

"La derrota de Federer es una sorpresa", reconoció Nadal; "porque perdió el número uno del mundo. Lo siento por él. El tenis es un deporte muy igualado. Yo estoy en el mejor año de mi carrera, he jugado quince torneos, y he perdido en ocho. El tenis es así", razonó. "Lo difícil, lo que no es normal, es jugar la cantidad de partidos que hemos jugado entre los dos... Contra Djokovic en semifinales sólo me bastarán las mejores formas. Es el gran especialista en esta superficie, junto con Federer, y perdí con él hace una semana en Cincinnati... conseguir una medalla, sea la que sea, sería impresionante".

El mal momento de Federer está íntimamente entrelazado con el buen caminar del español, animado ayer a gritos por los hermanos Gasol- "¡Vamos!", gritaron en el punto de la victoria. El día que Nadal ganó Wimbledon destruyó a Federer. El suizo sólo ha ganado cuatro de los siete partidos que ha jugado desde entonces, y vive en un permanente ataque de nervios. Se pudo ver en su partido contra Blake. Los dos tenistas exteriorizaron su irritación. Federer gruñía. Y Blake, que no le había ganado en ocho partidos, protestaba hasta por la presencia de un fotógrafo sentado en una escalera de la grada. El juez de silla le llamó la atención. Los tenistas la gritaron con cajas destempladas. Y el hombre, impertérrito o inconsciente -muy pocos chinos hablan inglés-, no se movió del sitio hasta que los abucheos del público le acompañaron hasta la puerta.

"Esto es una gran decepción", admitió sobre su derrota el suizo, que permitió todo tipo de preguntas y en todos los tonos, elegante como siempre. "Era una de mis metas de la temporada. No he tenido tiempo de entrenarme bien desde febrero. Me puedo culpar a mí mismo por no haberme tomado tiempo para eso y no haber jugado Cincinnati y Toronto", prosiguió.

-¿Las derrotas están afectando a su confianza?, se le preguntó.

-"Seguro. No es el mismo tipo de confianza que tienes cuando pierdes cinco partidos al año", respondió el suizo. "Ya no me puedo esconder por debajo del radar. Los números uno del mundo están en los titulares cuando pierden. Quizás por eso todo esto parece un poco más extremo de lo que es".

Nadal ya está en la lucha por el podio. Federer, el genio que caminaba hacia la leyenda, ha arrojado la toalla. Hoy es un fantasma de sí mismo y un jugador triste que vive de sus chispazos. Mañana, quizás un tenista con medalla: el dobles suizo que juega con Stanislav Wawrinka reiniciará hoy su partido contra Bhupathi y Paes, la pareja india, suspendido cuando dominaban por 4-1. Es el último cartucho. Si hay derrota, habrá escrito su gran fracaso.