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Columna
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Quemar billetes

Los documentales de La 2 se citan a menudo, con más o menos ironía o convicción, como ejemplo de lo que tendría que ofrecer una televisión de calidad. Y es verdad que visto lo que hay, resultan paisajes de agua bebible, sombra benéfica y nutritivos dátiles, en medio del extenso desierto televisivo circundante. En uno de esos oasis documentales, dedicado a los pueblos de Sanabria, recogí esta joya. Se trata de una expresión sencilla pero que clarea inteligencia, creatividad, sensibilidad: esas cosas que los seres humanos suelen tener y que solían apreciar. Refiriéndose a una época no tan lejana, cuando la situación económica española no se expresaba aún en porcentajes de crecimiento sino en escalas de desarrollo; para describir esa época difícil, un buen hombre dijo "cuando la abundancia era pequeña".

La nomenclatura política se empeña en volver ininteligible lo que la gente define como crisis

Pues sí señor; está muy lúcidamente visto y expresado ese vecindario de la pequeñez y la abundancia que lo mismo sirve para retratar la historia del mundo, que su más puntual actualidad. Siempre han vivido, pared con pared, y en ocasiones dentro de los mismos tabiques, lo mucho (en algo o para algunos) y lo poco (en el resto o para los demás). También ahora. La nomenclatura política se ha empeñado en volver ininteligible desde arriba, lo que desde abajo -con los pies puestos en la tierra, en la tira del extracto bancario y de la cuenta del supermercado- la gente lleva tiempo definiendo, entendiendo y comprobando a la perfección: estamos en crisis. Y estoy dispuesta a aceptar que a esa crisis le encajan también otros nombres; pero lo que me parece realmente importante es no perder de vista que una crisis es un tiempo en el que "la abundancia es pequeña", en el que ambas situaciones conviven de un modo particular, dramáticamente revelador y significativo. (Separadas sólo por segundos informativos se nos presentan, por ejemplo, las ganancias miles-millonarias de un banco, y la quiebra personal de quince familias vascas en lo que va de año).

Y entiendo que una manera de aliviar la crisis es hacer que esa convivencia entre lo poco y lo abundante no sea pared con pared, sino hombro con hombro, como conectada por el principio de los vasos comunicantes. Sobre todo cuando la abundancia se sitúa del lado del dinero público. (Hay quien piensa que lo maduro y responsable, tanto desde el punto de vista personal como social, es que cada palo aprenda a aguantar su vela; yo lo veo pero también creo que lo 'público' mientras exista tiene que tener un sentido distinto del de la pura y dura lógica de mercado). Y por eso considero desolador e inaceptable que, en plena crisis, el gobierno vasco destine una partida de más de cinco millones de euros - que en dinero de calle representan miles y miles de salarios mínimos, cuotas hipotecarias o carros de la compra llenos hasta los topes- a una consulta irreal. Porque la consulta no se va a celebrar pero esa partida seguro que de una manera u otra en ella se gasta.

Tal vez porque sus canciones suenan de nuevo entre nosotros y en euskera, gracias a la iniciativa de Juankar Landa, me ha vuelto la imagen de Serge Gainsbourg, quemando un billete de 500 francos en la televisión. Y porque, salvando las innumerables distancias, así me represento ahora mismo, cuando más pequeña es la abundancia, al Gobierno vasco: quemando billetes ante o para las cámaras.

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