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Reportaje:Fiestas de la Blanca

A la espera de la bajada de Celedón

Vitoria apura las últimas horas para el comienzo de sus festejos patronales, con más de 300 actos distribuidos desde mañana hasta al 9 de agosto

Durante seis días, desde las 18 horas del 4 de agosto hasta la medianoche del 9, Vitoria se transforma para acoger más de 300 actos que conforman el programa de sus fiestas patronales. La Blanca, dotada con un presupuesto de 1.116.000 euros, 42.000 más que el año pasado, de los que Euskaltel aporta como patrocinador un 10% del total. La multitud estrenará la nueva plaza de la Virgen Blanca, para disfrutar con la bajada y posterior ascenso a la balconada de San Miguel del Celedón, ya mítico personaje con el que dan comienzo los festejos.

Lo mismo que la costumbre se vuelve ley, la repetición de un evento en la misma fecha termina por otorgarle cierta trascendencia religiosa, una forma de santidad. Así empezaron Lourdes y Fátima y el alcance de su devoción es hoy universal. Y casi se puede decir lo mismo del mítico muñeco que convoca a decenas de miles de personas (sin contar la millonaria audiencia televisiva y radiofónica) todos los 4 de agosto a las 6 de la tarde.

La multitud estrenará mañana la remodelada plaza de la Virgen Blanca
Toma cuerpo que Celedón se asocia a la versión que hizo Barandiarán
Las fiestas tienen un presupuesto de 1.116.000 euros y la ayuda de Euskaltel
A partir de 1884 empezaron a celebrarse estas fiestas en agosto
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Mañana, con temperaturas que se prevén tórridas, el Celedón, tras descender en forma de muñeco, subirá en su forma humana a la balconada de San Miguel encarnado en el fornido Gorka Ortiz de Urbina, escoltado por una cohorte de los mejores blusas y acompañado por la charanga del equipo que más alegrías ha dado a Vitoria, el Tau.

Hace 50 años, un grupo de jóvenes de la cuadrilla Los Tímidos decidió empezar La Blanca paseando un muñeco por un alambre desde la iglesia de San Miguel a la plaza de España. A su llegada, el muñeco resucitaba en forma humana con su paraguas y anunciaba el inicio de la fiesta paseando por el centro de la ciudad junto a los blusas que se fumaban un puro a su salud.

El acto evolucionó hasta alcanzar las exigencias rituales de la actualidad, con todas las medidas de seguridad necesarias, un recorrido marcado, presencia de las autoridades, chupinazo oficial y demás. Desde el año pasado, el Ayuntamiento busca recuperar esa espontaneidad popular de los primeros años. Si en 2007, el alcalde, Patxi Lazcoz, cedió el lanzamiento del chupinazo a los blusas supervivientes de aquella cuadrilla (Jesús Jiménez, Amado López de Ipiña, José Luis Madinaveitia y Luis María Sánchez), este año, a propuesta del PP, el honor recaerá en dos representantes de sendas asociaciones: Luis López de Sosoaga, de los Biznietos de Celedón, y Antonio González, presidente de la asociación de jubilados Las Cuatro Torres.

Según la Enciclopedia Auñamendi, ya en 1917, al confeccionar los nuevos gigantes y cabezudos, uno de estos últimos representaba a Celedón. Ante la creencia de que Celedón había existido, se emprendieron diferentes investigaciones por cuenta de reputados etnógrafos. Manuel de Lecuona, en 1924, se inclinaba a creer que había sido un guerrillero carlista de Andagoya. José Miguel de Barandiarán añadió otro Celedón, un vecino de la calle Zapatería, que por su hábito de estar en las tabernas adquirió gran popularidad. Odón de Apraiz tuvo noticia de otro al que hacía referencia esta versión de una conocida canción: Celedón mató a la casetera, Celedón al Ebro la tiró. Y ya el fallecido cronista local, Venancio del Val, realizó un minucioso estudio en el que apuesta por que el verdadero Celedón es el de Barandiaran.

Este paisano se había establecido en la planta baja de la casa, que él mismo levantó. Era alto, de facciones marcadamente vascas, albañil, de buen humor y alegrillo en los domingos y vísperas de fiestas. Contrariamente a la fama de borrachón que le acompaña en la actualidad, en realidad era un típico chiquitero, pero ahorrador e incluso persona afable y simpática. Vestía al uso de la llanada alavesa, blusa larga blanca.

Se trata de Celedonio Anzola y García de Andoáin, natural de Zalduendo. Nació en 1796 y falleció en 1866, después de casarse dos veces. Su carácter bonachón le llevó a que los amigos le compusiera una tonada (la famosa "Celedón se ha hecho una casa nueva, con ventana y balcón"). Y esa canción le sirvió de motivo a Mariano San Miguel para componer su popular pasacalle que estrenó el 2 de agosto de 1918.

Desde entonces miles de vitorianos lo entonan como si de un mantra se tratara durante estos seis días de fiesta. Pero los orígenes de las Fiestas de La Blanca parecen estar vinculados casi exclusivamente al festejo taurino, a tenor de lo que muestran sus primeros carteles ilustrados oficiales. Evidentemente, era el principal reclamo de unos festejos que se celebraron en agosto por vez primera en 1884. Hasta entonces, la ciudad celebraba sus festejos en septiembre, y el cambio se produjo para que coincidiera el programa de actos con la festividad de la Virgen Blanca, patrona de la ciudad desde 1822.

Con el traslado al mes estival por excelencia, llega la aparición de la juventud como protagonista. Se tiene noticia de que las cuadrillas de jóvenes acudían a la plaza de toros, con capacidad para 8.500 personas, vestidos con blusas blancas y boinas encarnadas, acompañados de la charanga denominada 'La Flor Artística'. En aquellos tiempos en que toreaban Frascuelo y El Lagartijo, los chavales animados por sus botas de vino jalean con efusión a los diestros y les acompañan de regreso a la pensión en animado pasacalle.

Poco a poco, la Blanca comienza a tomar un sentido más popular. Y los carteles de fiestas reflejan el cambio. En 1916, Adrián de Aldecoa, Arbulo, ya incorpora una figura que recuerda al Celedón, con blusón y paraguas, sentado de espaldas en un espacio que recuerda al quiosco de La Florida.

En sucesivos carteles, hasta la llegada de la guerra civil, el elemento festivo de jóvenes juerguistas o mujeres con peineta y mantilla acompaña a la imagen de la Virgen Blanca. Con la llegada del franquismo, esta alegría expresiva se acaba y tendrán que llegar los blusas en 1942 para recuperar paulatinamente el espíritu festivo.

La fiesta evoluciona al ritmo que lo hace la sociedad española: hasta que fallece el dictador y Vitoria explota en un jolgorio que lleva a multiplicarse las cuadrillas de blusas y los actos festivos. Por cierto, la víspera de la bajada del Celedón, su pueblo natal, Zalduendo, le recuerda con una jornada festiva que concluye con el acto milagroso que lleva a la fuente del pueblo a manar vino en lugar de agua. Para no perdérselo: a partir de las ocho de la tarde.

El Celedón, Gorka Ortiz de Urbina, se sumerge en la multitud para ir hasta la balconada de San Miguel.
El Celedón, Gorka Ortiz de Urbina, se sumerge en la multitud para ir hasta la balconada de San Miguel.L. RICO

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