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Columna
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Nuevo escenario para el PSdeG

La compleja crisis económica que amenaza el futuro de España no es atribuible al Gobierno del PSOE, pero éste tiene muchos boletos para que los ciudadanos se la hagan pagar políticamente. No hace falta ser un sesudo analista para llegar a esa conclusión ni a su consecuencia más inmediata: si el Gobierno de Zapatero no cotiza al alza deja de ser un buen árbol para cobijar a sus barones, máxime si van a someterse próximamente a elecciones, como es el caso de Emilio Pérez Touriño en Galicia.

Sin embargo, la historia de los socialistas gallegos demuestra que el PSdeG va tirando en Galicia cuando al PSOE le va bien en Madrid y que retrocede cuando la marca que ampara la franquicia gallega empieza a desconcharse. Así sucedió a finales de los años 80 cuando Fernando González Laxe protagonizó el mejor resultado de los socialistas gallegos, en tiempos de Felipe González, y así pasó también cuando el PSdeG fue relegado a tercera fuerza política, por detrás del BNG, cuando el PSOE se difuminaba ante el empuje de José María Aznar, diez años después.

Ya hemos visto a Touriño tomar distancia del PSOE en asuntos como la financiación o el AVE

Ese anclaje del PSdeG al PSOE, que degeneró en dependencia, lastró la posibilidad de que en Galicia se desarrollase un partido socialista equiparable al PSC, con personalidad propia y una visión de España y del mundo concebida en Galicia. Dos factores determinaron esa situación. Uno fue su debilidad interna, como consecuencia de la estrategia cantonalista de Francisco Vázquez, su líder más carismático. Y otro fue la pérdida de peso de los socialistas procedentes del viejo Partido Socialista Galego (PSG), incapaces hacer frente al aparato centralista de Ferraz y a los comunistas que desembarcaron en el PSOE a medida que iban saltando del naufragio del PCE. Y si alguien tiene dudas puede echar un vistazo a la nómina de altos cargos de la Xunta bajo control socialista.

Galicia se quedó así descafeinada en el PSdeG, al que los medios de comunicación de referencia rebautizaron como el PSOE gallego. Sólo el declive del fraguismo y un pacto con los nacionalistas hizo posible hace tres años que el PSdeG se erigiera como una fuerza realmente central en la política gallega, donde ahora tiene una posición influyente, aunque no mayoritaria.

Si el PSdeG no va más allá en la definición de una estrategia política propia, al estilo del PSC, y en la articulación de un lobby parlamentario en el Grupo Socialista es porque realmente no cree en sus propias fuerzas y porque de alguna manera tampoco desata ningún temor en Ferraz, donde es además un gallego el que manda y sabe quien es quien en el PSOE. Los socialistas gallegos son en ese sentido como los andaluces, con la particularidad de que son menos.

Todo ello no quiere decir tampoco que en las bases del PSdeG no haya socialistas que se sienten galleguistas y federalistas, a los que les gusta definir Galicia como nación y defender su lengua y su cultura. Pero esos socialistas ni son la mayoría ni están en el aparato ni en los ámbitos de poder ejecutivo y legislativo tutelados por Ferraz. El PSdeG comparece así como un partido cómodo para el PSOE, al que intenta representar en Galicia con la misma eficacia que procuran hacerlo los socialistas de Extremadura o de Asturias.

Si ahora van a cambiar un poco las cosas en el PSOE gallego no es por el contagio de las tesis catalanistas y federalistas del PSC, sino porque al PSdeG le conviene crear un espacio político descontaminado del desgaste de Zapatero. Y por eso veremos ciertos guiños en el próximo congreso del PSdeG y ya hemos visto en Touriño tomas de distancia calculadas con respecto a la financiación autonómica o a la nefasta gestión del AVE que hace el Gobierno de ZP.

Galicia es para Touriño una buena salida frente a los riesgos que ahora le reporta el Gobierno amigo de Madrid. No le queda mucho tiempo para crear una corriente de opinión favorable a esas tesis más gallegas pero tiene toda su lógica que lo intente, máxime cuando debe competir con un socio de gobierno que tiene en Galicia su propia razón de ser y con un PP que justo en Galicia es donde es menos españolista, por mucho que ahora con Núñez Feijóo pierda posiciones con respecto a los mejores tiempos de Fraga y Palmou.

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