Graham y Limon se fusionan
El Festival de Ravello reúne a dos legendarias compañías norteamericanas
La idea sobrevolaba por varios festivales desde hace años, pero era muy difícil de compaginar: una velada de danza donde convivirían sobre la escena las obras coreográficas históricas de Martha Graham (Allegheny, 1894-Nueva York, 1991) y José Limon (Culiacán, México, 1908- Nueva York, 1972), los dos grandes pioneros de la danza moderna norteamericana que más han influido en la europea.
El Festival de Ravello (Italia), que se celebra hasta el 31 de octubre, hizo realidad esa unión este pasado fin de semana con dos noches de danza dedicadas a lo diverso y a lo que siempre será nuevo, ese tipo de coreografía que no envejece. En el escenario casi aéreo sobre el mar de Villa Rufolo, las dos compañías norteamericanas se hermanaron en un programa lleno de significados. Por parte de Graham, Lamentation (1930) y Sketches from Chronicle (1936). Por la parte de Limon, The traitor (1954) y Chaconne (1942). Las coreografías de Martha Graham, pensadas exclusivamente para mujeres, y las de José Limon, solamente para hombres.
En las vidas de ambos coreógrafos hubo sinsabores, desencuentros y algo de admiración
En todas las obras, un compromiso claro con los tiempos que les tocó vivir a ambos artistas: guerras, crisis, represión. Avatares que hoy no suenan nada ajenos, y de ahí también su profunda carga moral y rabiosa actualidad. Si en Lamentation, Graham hablaba del sabor amargo de la I Guerra Mundial y de la soledad de una mujer que quiere ser independiente, algo en Chronicle inquieta al espectador; el fragmento Steps in the city sigue siendo ejemplar y sobrecogedor, terrible en su dinámica de grupo. The traitor, de José Limon, parece que solamente cuenta el beso de Judas y los episodios evangélicos subsiguientes, pero es una amarga respuesta al macartismo y a la represión.
El solo Chaconne es una obra maestra de José Limon donde queda plasmada la angustiosa soledad del artista ante un mundo que le ignora, le violenta y le sobrepasa en crueldades. No es casual que muchos años después, otro coreógrafo genial, William Forsythe, usara esta misma música obsesiva y matemática para un ballet que habla también de guerra: Artifact.
Las dos compañías, Graham y Limon, son hoy una especie de museo viviente y activo. Recorren el mundo con ese legado que se empeñan en mostrar para que no sea olvidado.
Y ahí está la historia. El joven José Limon vio un día bailar a Harald Kreusberg y se dijo: "No puedo seguir viviendo si no hago lo que he visto en escena". Desde entonces se entregó a una carrera que un cáncer de próstata frustró prematuramente a los 64 años. Martha Graham vivió mucho más y tuvo tiempo y medios para estructurar una obra monumental reconocida como un bien cultural universal; no en vano, se la compara frecuentemente con Picasso y con Stravinski. En sus vidas hubo de todo: desencuentros, sinsabores y alguna que otra frase de admiración por el otro. Ambos coreógrafos, nacidos y formados a caballo entre el XIX y el XX, han dejado un sello tanto en el baile del hombre como en el de la mujer.
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