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Columna
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El plan Planifica

El fin de semana anterior al día 1 de julio, en la primera avalancha de turistas hacia la Costa del Sol, la ronda oeste de Málaga presentaba varios carriles cortados al tráfico y algunos operarios asfaltando y pintando las señalizaciones de la autovía. Fue a primera hora de la noche y la caravana de vehículos llegaba hasta Las Pedrizas, la principal entrada al litoral malagueño y con un tránsito de medio millón de vehículos entre el sábado y el domingo. El 15 de julio, inicio de la segunda avalancha, el Ayuntamiento de Málaga cortó uno de los carriles del Puente de Tetuán y la mayor vía de la ciudad, la Avenida de Andalucía, se colapsó en hora punta, provocando atascos kilométricos en los accesos a la ronda y en la propia autovía. El motivo: el traslado de tres inmensas turbinas de la futura central térmica de Gas Natural.

Desde la autovía del Mediterráneo se accede al litoral oriental por un vial que llega a una pedanía a pie de playa que se llama Benajarafe. En pleno mes de julio, temporada alta en la Costa del Sol, la única carretera que discurre por esta población, cuyo crecimiento en pisos de segunda residencia ha sido espectacular, lleva 15 días en obras y unos operarios dan paso alternativo a los conductores con una señal de tráfico que tiene una flecha por una cara y un stop por la otra. En Torremolinos también han llegado hasta julio las labores de asfaltado de la avenida Fraga Iribarne, que empezaron cinco meses antes con un plazo de ejecución de 40 días. La avenida está rematada con la Estatua del Turista, tan inmóvil en medio del asfalto como lo estaban los propios turistas en el atasco.

Puestos a simplificar, tampoco se trata de un negocio tan complicado. El turismo de Sol y Playa, como queda acreditado en sus propias palabras, consta de dos partes: el sol y la playa. Sobre estos dos elementos se asienta desde hace medio siglo la principal industria de Málaga. El sol, que es la mitad del negocio, nos viene caído del cielo. Y eso nos lleva a la conclusión de que la única obligación que han tenido las administraciones públicas durante 50 años ha sido, simple y llanamente, la de tener unas playas limpias y un agua apta para el baño. Quizás, una cosa más. Crear las carreteras y las infraestructuras para que los turistas pudieran llegar a las playas. Y a ser posible, que estuvieran listas al inicio de la temporada. Las playas y las carreteras. Lo demás, muchas veces para bien y algunas otras para mal, lo ha hecho la iniciativa privada.

Durante ese medio siglo turístico, el hombre ha logrado la tecnología necesaria para llegar a Marte, o la capacidad para extraer un corazón y poner otro en su lugar. Incluso de acceder al mundo desde la pantalla de un ordenador. Sin embargo, en Málaga, nadie ha sido capaz de quitar la nata o espumilla de las playas. Y el avance tecnológico más importante para erradicar este problema es un catamarán con un operario limpiando las olas con una espumadera. Por eso, el progreso consiste en aumentar cada año el número de catamaranes. 40 años de retraso acumula el plan de saneamiento integral de la Costa del Sol. Y parece injustificable tanto tiempo para un problema tan simple: que las redes de alcantarillado dejen de escupir al mar los residuos que salen del retrete de las casas.

Hace unos días se produjo en Málaga una fotografía histórica. Todos los alcaldes del litoral de la Costa del Sol Occidental firmaron con el presidente de la Junta y el consejero de Turismo los primeros proyectos del Plan Qualifica. El litoral unido, sin distinciones políticas, para mejorar sus espacios urbanos y sus espacios turísticos tras una importante inyección económica de la administración regional. Qué lastima que, junto al Plan Qualifica, no se aprobará también un definitivo plan Planifica que evitará tanto sinsentido.

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