Morrissey, El Deseado
El ex cantante de los Smiths salda una deuda de 23 años con Madrid
Y en ésas apareció Morrissey. Con su camisa rosa despechugada, sacudiendo el cable del micrófono como si fuera Indiana Jones. Y ya nada volvió a ser lo mismo.
Puesto que Pete Doherty no ofreció motivos para aparecer en las páginas de sucesos (y, en consecuencia, deja de ser noticia) y a Siouxsie ya ha tiempo que se le pasó el arroz, la noche estaba llamada a ser la de la definitiva consagración madrileña del irredento, el impredecible, el carismático, el sarcástico, el de las espantás, el vegetarianismo hecho carne, el pez que se muerde la cola, el divino, el impetuoso Steven Patrick Morrissey.
Ese tipo de gesto enfurruñado y tosco acento de Manchester reina desde anoche en esta ciudad con el título de Morrisey I, El Deseado. Un título ganado a pulso.
"¿Por qué habéis tardado tanto tiempo en reclamarme?", gritó el divo
Hasta ese momento, el personal que no poblaba ni la tercera parte del auditorio en el Campo de las Naciones había pasado el rato con los contorneos de una Siouxsie lejos de sus mejores días, pero en forma física suficiente para embutirse aún en un ceñidísimo vestido de cuero negro. Entretuvo, sin entusiasmar a casi nadie, con los clásicos de sus años junto a The Banshees, los temas de su reciente Mantaray y una versión sólo regular del Dear Prudence de los Beatles, así que los desencantados hicieron tiempo con el videojuego ése de las guitarras, paseos por la ladera bautizada como La fiesta silenciosa (!) y las cervecitas que ofrecían entre el público los llamados Mochilaman, mozos ambulantes con el barril a la espalda. Esperemos que la organización haya previsto invitarles mañana a una sesión en el fisioterapeuta.
Todo cambió a partir de las 22.14 con la irrupción del monarca y sus cinco muchachos de amarillo. 23 años hacía que el antiguo líder de The Smiths no pisaba la capital. "La última vez que estuve aquí fue en 1952", bromeaba, "¿por qué habéis tardado tanto tiempo en reclamarme?". Y los asistentes -que para entonces rondaban, según el festival, los 7.000- quisieron resarcirle coreando desde la primera nota de su espléndido arranque, con The last of the international playboys, Ask (Smiths forever) y First of the gang to die.
Divo del manierismo, maravillosamente afectado en cada movimiento, el hijo de la bibliotecaria y el conserje escolar tuvo tiempo de adelantar algún tema de su próximo álbum, Years of refusal, y a recibir desde las primeras filas ramos de flores y cedés (¡alguien que todavía regala discos!) de sus más fieles.
Unos cuantos aún no habían nacido en 1985, así que anoche pudieron saldar, por fin, esta histórica cuenta pendiente.
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