Botafumeiro, toalla y bandera
Esta columna es la previa al viernes, 25 de julio, un día que como todos se repite cada año pero que es uno de esos días especiales, días de los que por fuerza hay que hablar. Es una festividad más o menos laica porque ese día en la catedral de Santiago va a haber mucho movimiento de sotana y botafumeiro, seguramente el obispo volverá a aprovechar la ocasión para faltar a la cortesía y reñirle al Gobierno. La Corona y el Gobierno estarán de aquella manera, sin ganas de aguantar regañinas y sin saber muy bien qué decirle al Apóstol. Delegarán también este año, como vienen haciendo, en alguien de por aquí.
También es más o menos laica, o más o menos religiosa, porque las personas necesitamos días especiales, distintos, mágicos. Seamos creyentes en alguien, en algo o en nada, celebramos días con rituales ceremoniales: el mero brindis alrededor de una mesa es un ritual, una petición y un voto. Los rituales pueden ser particulares o comunitarios, ¿es el 25 de Julio un ritual comunitario?
Todavía en los años 80 hubo cargas durísimas de la policía contra los que se querían manifestar
Desde la II República los galleguistas celebran ese día de Galicia en Compostela. Lo volvieron a celebrar como pudieron a fines de los años 60 con una misa a Rosalía de Castro, siguieron celebrándolo luego a principios de los 70 convocados por la UPG bajo el nombre de Día da Patria Galega. Otros galleguistas lo celebraron a finales de los 70 como Día da Nación Galega y la Xunta preautonómica presidida por Antonio Rosón lo declaró Día Nacional de Galicia. Ese sigue siendo hoy su nombre oficial. Un nombre que abunda en el reconocimiento de la Constitución a Galicia como "nacionalidad" y que la mantiene en la expectativa histórica de ser nación. Otra cosa es que alguien pueda aclarar cómo es una nación hoy en día (certezas, las de antes).
Fue un día perseguido por su contenido político durante el franquismo. Hoy, afortunadamente, todo coexiste, unos al botafumeiro y otros con la bandera, pero todavía en los años 80 hubo cargas durísimas de la policía contra la ciudadanía que se quería manifestar en su día y en sus calles. La disculpa era que la celebración política de los gallegos molestaba a la ofrenda al Apóstol, como si ésta no fuese una ofrenda ideológica y política o como si le importase algo al apóstol Santiago. Y no gobernaba entonces la derecha, precisamente.
Pasaron los años y todo pasa. El nacionalismo gallego renació a finales de los 60 con un carácter épico y redentor, cuestionaba el sistema económico y el lugar de Galicia en España, en el mundo y en la historia. Era una corriente fuertemente reivindicativa que invocaba a Castelao, entre otras figuras, pero soñaba realmente con Prometeo y Espartaco. Hoy el nacionalismo es parte del poder político, y eso es bueno por muchos motivos, y el Día Nacional de Galicia, que para los nacionalistas es el Día da Patria Galega, tiene un carácter confuso.
No parece tener mucho sentido que sea un día de reivindicaciones contra la Xunta o el Gobierno, puesto que el nacionalismo gallego participa de los pactos de gobierno o investidura. Por otra parte el conocimiento de las balanzas fiscales estos días nos descoloca el argumento de una Galicia expoliada, nos retrata como necesitados de la solidaridad del conjunto del Estado. Es cierto que las balanzas fiscales son una foto del momento presente, no explican por que este país está donde está, y que nuestra agricultura, pesca, sector naval, padecieron políticas del Estado contrarias a nuestros intereses. También es cierto que no lo cuentan todo de las relaciones desiguales dentro del Estado (¿dónde se meten los grandes proyectos llamados "de Estado", como la T4 que ha multiplicado el PIB de Madrid?) Pero, con todo, la fotografía de la balanza fiscal está ahí y hay que digerir esa realidad. De hecho, el galleguismo y el nacionalismo gallego están en el trance histórico de digerir la realidad en general.
Lo lógico es que este Día evolucione hacia un ritual colectivo, nacional, y que, aunque la mayor parte de la ciudadanía esté de romería o de toalla de playa delegando su representación en los partidos, éstos lo celebrasen ceremonialmente en un acto conjunto, en una celebración cívica comunitaria, de país, de Galicia. Es cierto que este día lo ganaron los galleguistas, pero no es bueno que se lo queden, el mérito está en entregarlo a todo el país.
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