El flujo portugués resiste a la crisis
Los sindicatos alertan de la creciente competencia laboral entre gallegos y lusos
La crisis económica no ha detenido, por ahora, el flujo de trabajadores entre Portugal y Galicia. Lo confirman los sindicatos de uno y otro lado de la frontera y lo corrobora el conselleiro de Traballo, Ricardo Varela: "De momento, no se ha notado una disminución del intercambio, aunque si la crisis persiste, acabará afectando". Traballo calcula que más de 15.000 portugueses están empleados a este lado del Miño, la mitad en la construcción. Las denuncias sobre las condiciones de explotación de los trabajadores han llevado a las administraciones de los dos países a anunciar la creación de un servicio de inspección transfronterizo. Entre otras cosas, para acabar con las tensiones que la diferencia de derechos laborales está causando entre gallegos y portugueses, según alertan los sindicatos.
Sólo hablan sin dar el nombre y tras pedir permiso al encargado de obra
"Vivimos nueve en un piso. Nos hacemos la comida y nos lavamos la ropa"
Galicia se ha convertido en una vía de escape para miles de obreros que huyen de un mercado laboral con una oferta reducida y salarios casi irrisorios al lado de los que reciben aquí. La inexistencia de una normativa laboral común y de un sistema de inspección transfronterizo genera un vacío que algunos empresarios aprovechan para multiplicar sus beneficios. Las artimañas se mueven por los bordes de la legalidad, a través de la subcontratación. Las empresas portuguesas son reclutadas para servicios temporales en Galicia por firmas gallegas. "Es la empresa portuguesa la que contrata a los trabajadores que, en consecuencia, estarán sometidos a las condiciones laborales de Portugal", explica Javier Cabeza, catedrático de Derecho del Trabajo en la Universidad de Vigo. La empresa gallega queda exenta del control del personal, seguridad social, salarios o vacaciones. Y el salario mínimo en Portugal es hasta 100 euros más bajo.
Las empresas lusas subcontratadas también obtienen un alto rendimiento ya que a los obreros se les retiene hasta el 30% del salario por desplazamiento o manutención. Y algunos, sobre todo en el sector agrario, ni siquiera tienen contrato, coinciden las fuentes consultadas. Los hay que trabajan hasta 12 horas al día y son hacinados en pisos donde llegan a convivir hasta diez o más. "Vivimos nueve y nos hacemos la comida y nos lavamos la ropa", relata un albañil portugués que trabaja en la zona residencial de Santa Marta, en Santiago, repleta de trabajadores del país vecino. Como sus compañeros, no quiere dar su nombre y sólo habla tras pedir permiso al encargado de obra.
Los traslados en ambas direcciones se hacen en las carriñas, que recorren la frontera de un lado al otro en un constante trasiego. "Marchamos a ver a la familia los viernes por la tarde y el domingo volvemos para Santiago. Llegamos sobre las tres y media de la mañana y aún tenemos cuatro horas para descansar antes del trabajo", afirma un originario de Viana do Castelo empleado también en Santa Marta. La sucesión de accidentes de tráfico en los que se han visto implicados portugueses han intensificado los controles en la frontera.
En Verín, junto a la raia, gallegos y portugueses comparten trabajo en condiciones muy distintas, explican en CC OO: "En el contrato, cobran lo mismo, pero a los de aquí le completan con dinero negro". Los sindicatos portugueses calculan que un trabajador portugués en Galicia cobra una media de 350 euros mensuales menos que un gallego.
El carné sin puntos
"No sabemos si ganamos lo mismo que los gallegos, porque ellos no nos dicen lo que cobran", confiesa un obrero portugués del complejo residencial de Volta do Castro, en las afueras de Santiago. Los portugueses apenas gozan de vacaciones y en muchos casos sólo perciben horas extras cuando su jornada sobrepasa las diez. "Es necesario avanzar en la coordinación entre los dos países de las labores de control", pide Lúcia Macao, de UGT Portugal.
La crisis ha extendido el temor a que las condiciones de trabajo se degraden más y acabe explotando la tensión entre gallegos y portugueses. Los empleados de la construcción denuncian que sus condiciones están empeorando por la competencia de los trabajadores vecinos. "Ya no sabemos si somos nosotros los que estamos en Portugal o ellos en Galicia", relata un obrero gallego de Santiago.
También en el transporte se advierte esa rivalidad. "Los empresarios contratan a conductores portugueses porque su umbral de tolerancia es más alto y se evitan dolores de cabeza con el carné por puntos, que no hay en Portugal", afirma un portavoz de UGT en Ourense.
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