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VUELTA RÁPIDA | Gran premio de Alemania
Columna
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El límite del agua

Serán muchos los que dirán que Dani Pedrosa se precipitó ayer. Razonarán su discurso argumentando que alguien que posee más de siete segundos de ventaja sobre sus perseguidores cuando sólo han transcurrido cinco vueltas, y además está lloviendo a cántaros, no puede arriesgarse a sufrir una caída que arruine su carrera, como le pasó ayer a Dani. Los que piensan eso es que nunca han conducido una moto en unas condiciones como las de ayer.

El principal problema con el que se encontró Pedrosa fue que, en el momento en que atajó los frenos, debajo de los neumáticos de su moto había mucha cantidad de agua. Él frenó fuerte y se produjo un efecto similar al aquaplanning, y eso provocó que perdiera el control total de la moto y se cayera. Al frenar de forma tan seca, la transferencia de pesos fue muy rápida, y por eso Pedrosa no tuvo opción.

Pedrosa sólo buscaba su límite. El problema es que lo encontró de golpe, sin previo aviso
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Piscinazo de Pedrosa

Poco importa que el asfalto esté seco o mojado, ya que la circunstancia que hace que un piloto vaya lento o rápido es la misma: el feedback que recibe de la moto que conduce. Antes de caerse, la Honda de Dani no le zarandeó nunca, y él no estaba sufriendo. Rodaba tranquilo, bien es cierto que lo hacía un segundo más rápido que los demás, pero nada llevaba a pensar que fuera a caerse. Desafortunadamente para él, el accidente le hizo perder el liderato y, además, ahora sólo tiene cinco días para recuperarse antes de la próxima carrera, en Estados Unidos. Por si eso fuera poco, Laguna Seca es una pista muy exigente a nivel físico, con muchos cambios de dirección y rampas, tanto de subida como de bajada, y habrá que ver cómo se recupera de las lesiones que se hizo en la mano.

A pesar de todo, hay algo que me atrevo a vaticinar: la próxima vez que se dispute una carrera con lluvia, Dani volverá a ir rápido. Más que nada, porque ahora ya sabe que puede hacerlo, y parece evidente que sus problemas con el agua han quedado atrás.

Al principio, a mí me pasaba lo mismo. Con la pista seca iba rápido, y cuando llovía me asustaba mucho, y esa aprensión afectaba a mi manera de pilotar. Era muy lento. Hasta perdí el Mundial de 1981, que ganó Marco Lucchinelli, porque me caí en Assen con la pista mojada. Sin embargo, un día cualquiera me levanté y cambié el chip. Me dije: "Ya que no puedo cambiar la meteorología, pues cambiaré mi predisposición a correr en mojado". Desde entonces me convertí en uno de los mejores especialistas sobre agua. En 1987, en Suzuka, gané una carrera bajo una lluvia torrencial. Apabullé. En la tercera vuelta ya tenía una ventaja de 17 segundos, y me acuerdo que Kenny Roberts, que era mi jefe de equipo, se desesperaba en el muro pidiéndome que bajara el ritmo. Pero yo me sentía seguro y confiado porque, en esas condiciones, mi límite estaba muy por encima del de los demás. Ayer, Dani no buscaba ir un segundo más rápido que los demás, sólo buscaba su límite. El problema es que lo encontró de golpe, sin previo aviso.

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