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Reportaje:

Un cuarto de siglo sobre las tablas

Tanttaka alerta sobre la pérdida de personalidad creativa del teatro vasco al faltar un marco de producción

Corría 1983 cuando un grupo de personas le propuso a Fernando Bernués crear una compañía de teatro en San Sebastián. "Estuvimos un verano trabajando en un caserío y de ahí nació Tanttaka", recuerda el director teatral. Han pasado desde entonces 25 años y de aquel equipo inicial sólo queda Bernués, quien comparte el timón del grupo con la también directora Mireia Gabilondo y con el actor Kike Díaz de Rada.

Los tres recogieron el pasado jueves el premio Victoria Eugenia, con el que la Feria donostiarra de Artes Escénicas, dFeria, reconoce la trayectoria de la compañía. Un camino "complicado" en el que han creado 34 espectáculos en distintas versiones (24 en euskera, 22 en castellano y cuatro en catalán) y que han visto recompensado con casi una treintena de galardones.

"Estuvimos un verano trabajando en un caserío y de ahí nació el grupo"
"La formación, la producción y la exhibición tienen que ser cómplices"

Sentados en su oficina, Bernués y Gabilondo echan la vista atrás. "Hay dos grandes etapas en la vida de Tanttaka". Los primeros años, según explica, fueron "de búsqueda" a partir de referentes que les gustaban, como el Teatre Lliure de Barcelona. De aquellos tiempos son obras como Agur Eire agur, Flaminio o Peligro, te quiero.

La segunda etapa empezó a fraguarse en 1992. "A partir de la Expo hubo grandes debacles en el sector y en la cultura en general", apunta Bernués. Así que Tanttaka inició una nueva andadura en 1994, ya con los tres socios actuales, en la que "apuntó una línea más definida y personal". "Empezamos a trabajar mucho con textos contemporáneos y con adaptaciones de textos no teatrales. Son trabajos muy basados en la interpretación, en los actores, en una emoción escénica".

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En esta línea se mantiene la compañía, como se puede comprobar en uno de sus últimos estrenos, Comida para peces, basada en la obra homónima del dramaturgo Javier de Dios, que aborda un tema tan actual como el acoso laboral. A Tanttaka le gusta llevar al escenario "gente normal enfrentada a situaciones extraordinarias", personas en las que el espectador se pueda reconocer o en cuyo sitio se pueda colocar.

Para conformar su identidad, la compañía se ha ido rodeando en todos estos años además de colaboradores con los que comparte gustos estéticos, como el músico Iñaki Salvador -muchos de los espectáculos de Tanttaka incluyen música en directo-, el iluminador Xabier Lozano o el escenógrafo José Ibarrola.

Tanttaka combina la producción en euskera y castellano con libertad. "No estamos sujetos a ninguna regla. Trabajamos en euskera no porque sea políticamente correcto, sino porque sentimos la necesidad de hacerlo en nuestro idioma propio. Y también lo hacemos en castellano, entre otras cosas para poder salir de Euskadi", dice Gabilondo.

Desde la atalaya de sus 25 años, Tanttaka va más allá de su propia trayectoria y revisa el panorama del teatro en Euskadi. "Cuando no vives ubicado en los grandes mercados, que son básicamente Madrid y Barcelona, estás sometido al mundo del bolo, que artística y económicamente es muy complicado. Las giras cada vez son más débiles. Los circuitos son más proteccionistas desde el punto de vista de las comunidades autónomas, con lo cual se mueven menos espectáculos de unos circuitos a otros. En esta tesitura, mantener un montaje es difícil", afirma Bernués. "Tiene que pasar algo extraordinario", comenta. Algo extraordinario como lo que le ocurrió a Tanttaka con El florido pensil, Han pasado doce años y todavía lo reclaman desde algunos teatros.

Uno de los grandes déficits del teatro en el País Vasco es, según apunta Bernués, que carece de marcos públicos de producción. "Aunque con ayudas públicas, la producción es privada. No existe un centro dramático, un teatro nacional o cualquier otra fórmula; un espacio en el que creadores nuevos puedan trabajar sin la presión comercial, sin la presión de la rentabilidad", se lamenta.

"Estos tres grandes ejes: formación, producción y exhibición, cada vez tienen que ir más ligados y ser más complices", a fin de alcanzar "el verdadero reto" del teatro, que es "hacerse sugerente para el público", concluye Bernués.

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