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Crítica:LIBROS | Escaparate
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cartas del siglo XX

Epistolarios. En este renacido interés por las biografías que vivimos desde hace unos años, siempre se echa de menos la escasez de documentación privada al alcance de los investigadores. Papeles ocultos a la mirada ajena, celosamente guardados por familiares o herederos, dispersos muchas veces, mal o simplemente no catalogados, abundan todavía entre nosotros hasta el punto de que sólo por milagro se puede acceder sin restricciones a colecciones de cartas o de apuntes y notas inéditos. También es verdad que comienza a abundar lo contrario: cesión de archivos privados a instituciones públicas, excelente catalogación, posibilidad por tanto de difusión. Prueba de esta nueva actitud son estos tres epistolarios, relativos a tres intelectuales de trayectorias muy singulares en la esfera pública: Marañón, Ossorio y Gallardo, Ridruejo.

Dos momentos hay en este puñado de cartas del archivo de Marañón que merece la pena destacar. En el primer bloque, su reacción ante el golpe de Estado de Primo de Rivera, cercano a Unamuno, incluso en el tono y la irritación; muy lejano, pues, de la ambigüedad de Ortega y de la letra a plazo girada por El Sol al dictador invitándole a limpiar la casa de viejos políticos para luego recoger los útiles de limpieza y retornar a los cuarteles. En el segundo, la acomodación de Marañón, ahora en contraposición con las más notables reticencias de Ortega, al nuevo estado de cosas creado en España por el régimen de Franco en el que en 1943 percibe un "subsuelo neutral donde se vive bastante bien". Más aún: si algo echa de menos don Gregorio es no haberse atenido en los últimos quince años a ese suelo neutral en el que hay cuanto de grato existe en la vida nacional y al que apenas llegaban filtraciones de fuera.

Si los documentos reunidos este volumen, cuidadosamente anotados por López Vega, son sólo una muestra de la correspondencia de Marañón, el epistolario catalán de Ángel Ossorio, recogido por Arnau González en un trabajo muy bien documentado, ofrece una impresionante cantidad de cartas cruzadas por el abogado madrileño con un numeroso elenco de corresponsales catalanes y algún otro invitado. Ossorio fue una rara ave en el panorama político español: católico y maurista, abrazó el ideal republicano y sufrió, como tantos, el exilio sin renunciar a sus actitudes básicas. Entre ellas, el trato cordial y frecuente con dirigentes catalanistas, como el que mantuvo con Lluís Companys, a quien defendió ante el Tribunal de Garantías. Ya en el exilio, son muy elocuentes las cartas de 1942 dirigidas al alicantino Carlos Esplá acerca de los viajes de Aguirre como presidente de una República Vasca. A Ossorio le irrita esa pretensión y, sobre todo, le parece una pérdida de tiempo porque "si gana Hitler se queda Franco. Y si ganan los aliados se queda Franco también". No sabía bien hasta qué punto acertaba; o sí, porque además de "pintoresco", como le califica un poco expeditivamente Ucelay da Cal, fue en algunas cuestiones sustanciales de una extraordinaria lucidez.

En fin, de gran interés político, como no podía ser de otro modo, es el epistolario de Dionisio Ridruejo, recopilado por Jordi Gracia, el mejor conocedor de la vida intelectual española durante el régimen de Franco. Ridruejo es otro raro, alguien de quien podría esperarse, por su educación, por lo arraigado de sus convicciones fascistas de juventud, otra evolución en su madurez. Pero el agotamiento de sus expectativas dentro del régimen, agónicamente expresadas en sus cartas a personajes como Arias Salgado, Fernández Cuesta y Ruiz-Giménez, ministro de Educación, lo expulsa hacia otros territorios y lo convierte en un demócrata que abandona la disidencia dentro del régimen para pasar a la oposición contra el régimen. A partir de ahí, le esperaba la cárcel, el exilio, la censura. No por eso dejó de protestar, actuar, escribir: las cartas a sus viejos amigos de Burgos, Laín, Tovar, Torrente, constituyen una buena muestra de la evolución sufrida por aquel grupo de falangistas.

Tres trayectorias políticas cargadas de paradojas: Marañón, un liberal que acepta la dictadura de Franco como una especie de medicina necesaria; Ossorio y Gallardo, un católico que se mantiene leal a la República hasta el fin de sus días; Ridruejo, un falangista que sufre cárcel y exilio por su combate por la democracia: tres epistolarios que desmienten con su sola presencia el dibujo en blanco y negro tan del gusto de quienes cuentan la historia pasando por encima de sus protagonistas de carne y hueso. -

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