_
_
_
_
_

Terroristas por cuenta propia

El palestino que mató a tres personas en Jerusalén con una excavadora no pertenecía a ningún grupo armado

Tuvo una novia israelí judía durante años, y un hijo con ella. Ni rastro de vínculos con grupos armados palestinos. Algún problemilla con las drogas, y apenas pisó una mezquita. Husam Duwiyat, de 30 años y nacido en Zur Baher, pueblo próximo a Jerusalén, arrolló el miércoles con una excavadora coches y autobuses en la concurrida calle de Yaffa en esta ciudad, y mató a tres personas. Preocupa a las autoridades israelíes este terror por cuenta propia. La policía admite que es imposible frenar a un individuo aislado que decide perpetrar un ataque del que sabe no saldrá vivo.

El Gobierno israelí se ceba ahora en la familia y destruye su vivienda
Más información
Israel anuncia el acuerdo para canjear prisioneros con Hezbolá
Nuevo ataque con excavadora en Jerusalén

Nadie sabe qué impulsó a Duwiyat. Pero nadie ignora que la frustración entre los palestinos, fruto de políticas manifiestamente discriminatorias de los Gobiernos israelíes, fomenta estos brotes violentos.

El portavoz de la policía, Micky Rosenfeld, explicó ayer que Duwiyat actuó solo. Sin embargo, si se ejecuta la propuesta del jefe del Gobierno, pagarán las consecuencias sus parientes inocentes.

Ehud Olmert abogó el jueves por eliminar los "privilegios a quienes masacran" a los israelíes. Aludía a los derechos que corresponden a los 250.000 palestinos de Jerusalén, que pagan sus impuestos con fidelidad perruna, porque de lo contrario el Ejecutivo israelí les anula su permiso de residencia y el derecho a vivir en su lugar de nacimiento. El ministro de Defensa, Ehud Barak, ha ordenado también la demolición de la casa familiar de los Duwiyat. Una medida que dejó de aplicarse en 2005 porque los expertos aseguraron que "no disuade a los terroristas". "Queremos venganza", gritaban ayer unos 30 colonos cerca de la vivienda.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

En las calles palestinas se habla estos días del enésimo agravio y de Eden Natan-Zada. Este fanático religioso judío asesinó a tiros en un autobús de la ciudad israelí de Sfaram a cuatro árabes-israelíes en 2005. Una muchedumbre lo linchó. Doce hombres que participaron en la muerte de Natan-Zada están siendo juzgados.

Es impensable, en cambio, que las autoridades se planteen procesar al soldado de permiso que disparó a bocajarro contra Duwiyat cuando la excavadora ya estaba detenida, y cuando tres policías y militares podían haber reducido sin problemas al terrorista.

"No siempre se tiene un privilegio como éste [matar al atacante]", declaró después el soldado, que fue recompensado con 1.800 shekels (350 euros). Natan-Zada también fue tildado de "terrorista" por el entonces primer ministro, Ariel Sharon. Pero a nadie se le ha ocurrido proponer el derribo de la vivienda de sus padres.

El atentado de la calle de Yaffa manifiesta que la desesperación, creciente, domina el estado de ánimo de los palestinos. Los dirigentes políticos hablan de reconciliación, pero el odio entre judíos y musulmanes es inmenso.

Por mucho que las negociaciones entre Olmert y el presidente, Mahmud Abbas, acaparen atención mediática, y por mucho que la comunidad internacional tire de chequera, o que los líderes extranjeros adviertan de que hay que poner fin a la "constante humillación" de los palestinos, la población -incluso los más moderados- no ve salida alguna al túnel de los 41 años de ocupación.

Un agente israelí inspecciona la cabina de la excavadora.
Un agente israelí inspecciona la cabina de la excavadora.AFP

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_